Aprovechando el trabajo de asesor en mi propio beneficio educativo, he iniciado una gira de turísmo pedagógico por los niveles educativos. En muchas ocasiones he mencionado la necesidad de visitarnos los maestros y profesores de todos los niveles, y aunque cuando trabajaba de profesor tuve ocasión de promover actividades internivelares que obligaban a ello, no es lo mismo que participar como un observador reflexivo.
La denominación que he dado a esta experiencia puede resultar frívola, pero sólo intenta ser justa con lo que se consigue: no pasamos de la visión superficial del turista, aunque jugamos con la ventaja observadora del visitante que el nativo nunca podrá tener a pesar de ser él el dueño de la situación.
Agradezco a Nuria, la compañera asesora de infantil haberme facilitado las visitas a centros de infantil y primaria en los que se trabajaba por proyectos porque lógicamente, ya que uno sale de turismo, quiere ver monumentos y disfrutar de las mejores vistas pedagógicas.
En estos días hemos visitado aulas de Villa del Río, Almodóvar y El Higuerón en todas las cuales hemos encontrado maestras realmente entregadas a su trabajo, convencidas, entusiastas y motivadas. Maestras que no trabajan abusando de las fichas y de los libros de texto, sino que acumulan en la clase todo tipo de información del exterior y del interior, que no tienen miedo al descontrol porque sobre todo tienen un extraordinario control sobre sí mismas y sobre la situación.
Lo primero que llama la atención es la cantidad y variedad de información que acumulan en el aula. A veces uno puede pensar que los chiquillos viven dentro de una página web, porque en el aula tienen más enlaces, conexiones y menús llamativos que en cualquier pantalla. Sin embargo, la maestra actúa como una mano silente en el ratón cada vez que se dispara la atención o se dispersa.
Lo segundo es la síntesis entre espontaneidad y programación. Las asambleas y las exposiciones se producen ante nuestros ojos con una doble dosis de espontaneidad y de preparación ante los intrusos turistas. Me llama la atención que la mayoría de ellas hayan escogido alguna treta imaginativa para integrarnos en la clase: en una ocasión hasta nos dejaron notas pegadas a la puerta del aula advirtiendo que seríamos mensajeros de brujas, cazatalentos musicales o curiosos aprendices.
Lo tercero es la rentabilización de las cualidades innatas del ser humano. La enseñanza en infantil -más aún cuando es por proyectos- se vive como algo natural. Los niños y las niñas manifiestan constantemente entusiasmo, curiosidad, deseos de aprender y de comunicar lo aprendido. Aún no se han presentado los parientes pobres de la educación, ni mamá examen, ni papá nota, así que a pesar de esa carencia, se constituyen en una familia feliz.
Lástima que ciertos aspectos desgraciadamente se pierden en el camino hacia la primaria, la secundaria y nada quede ya para la universidad: el trabajo por rincones, la enseñanza por competencias naturales y lo peor de todo: la fiesta que era enseñar (¿he dicho lo peor o era lo mejor?). Luego estuve por la tarde en una ponencia para secundaria hablando de la importancia de la expresión oral y nadie creía que quienes daban la clase de Astronomía a la que asistí por la mañana eran niñas y niños de 4 y 5 años.
Y no quiero ser populista. El demagogo pedagógico evita comprender que la enseñanza también cumple el papel de domesticar nuestro gusto por la pereza, pero qué poco trabajo parece que les cuesta a estos niños y niñas explicar lo que es el big bang, una enana roja o cómo se produce un eclipse. Definitivamente, debe de ser que esto que vi no es trabajo, es ilusión.
La denominación que he dado a esta experiencia puede resultar frívola, pero sólo intenta ser justa con lo que se consigue: no pasamos de la visión superficial del turista, aunque jugamos con la ventaja observadora del visitante que el nativo nunca podrá tener a pesar de ser él el dueño de la situación.
Agradezco a Nuria, la compañera asesora de infantil haberme facilitado las visitas a centros de infantil y primaria en los que se trabajaba por proyectos porque lógicamente, ya que uno sale de turismo, quiere ver monumentos y disfrutar de las mejores vistas pedagógicas.
En estos días hemos visitado aulas de Villa del Río, Almodóvar y El Higuerón en todas las cuales hemos encontrado maestras realmente entregadas a su trabajo, convencidas, entusiastas y motivadas. Maestras que no trabajan abusando de las fichas y de los libros de texto, sino que acumulan en la clase todo tipo de información del exterior y del interior, que no tienen miedo al descontrol porque sobre todo tienen un extraordinario control sobre sí mismas y sobre la situación.
Lo primero que llama la atención es la cantidad y variedad de información que acumulan en el aula. A veces uno puede pensar que los chiquillos viven dentro de una página web, porque en el aula tienen más enlaces, conexiones y menús llamativos que en cualquier pantalla. Sin embargo, la maestra actúa como una mano silente en el ratón cada vez que se dispara la atención o se dispersa.
Lo segundo es la síntesis entre espontaneidad y programación. Las asambleas y las exposiciones se producen ante nuestros ojos con una doble dosis de espontaneidad y de preparación ante los intrusos turistas. Me llama la atención que la mayoría de ellas hayan escogido alguna treta imaginativa para integrarnos en la clase: en una ocasión hasta nos dejaron notas pegadas a la puerta del aula advirtiendo que seríamos mensajeros de brujas, cazatalentos musicales o curiosos aprendices.
Lo tercero es la rentabilización de las cualidades innatas del ser humano. La enseñanza en infantil -más aún cuando es por proyectos- se vive como algo natural. Los niños y las niñas manifiestan constantemente entusiasmo, curiosidad, deseos de aprender y de comunicar lo aprendido. Aún no se han presentado los parientes pobres de la educación, ni mamá examen, ni papá nota, así que a pesar de esa carencia, se constituyen en una familia feliz.
Lástima que ciertos aspectos desgraciadamente se pierden en el camino hacia la primaria, la secundaria y nada quede ya para la universidad: el trabajo por rincones, la enseñanza por competencias naturales y lo peor de todo: la fiesta que era enseñar (¿he dicho lo peor o era lo mejor?). Luego estuve por la tarde en una ponencia para secundaria hablando de la importancia de la expresión oral y nadie creía que quienes daban la clase de Astronomía a la que asistí por la mañana eran niñas y niños de 4 y 5 años.
Y no quiero ser populista. El demagogo pedagógico evita comprender que la enseñanza también cumple el papel de domesticar nuestro gusto por la pereza, pero qué poco trabajo parece que les cuesta a estos niños y niñas explicar lo que es el big bang, una enana roja o cómo se produce un eclipse. Definitivamente, debe de ser que esto que vi no es trabajo, es ilusión.
A mí, Miguel, también me sorprendió, causó envidia y admiración el trabajo que desarrollaba en Infantil una compañera, Raquel Vadillo:
ResponderEliminarhttp://recursostic.educacion.es/blogs/buenaspracticas20/index.php/2010/02/21/title-5
Te recomiendo su visita.
Lo veré, Joaquín, muchas gracias.
ResponderEliminarMe ha encantado la manera como expones esta experiencia. Es un placer encontrar a gente como tú que valora nuestro día a dia en infantil.
ResponderEliminarUn saludo.
Mireia: creo que todo el mundo valora la educación infantil. No sé si pasa lo mismo a otras personas, pero yo es la que más recuerdo -aunque no la única- tanto en mi experiencia como siendo padre y como profesional. En muchas ocasiones cuando me preguntan alguna duda sobre cómo hacer las cosas en clase, respondo: piensa como una maestra de infantil.
EliminarLa educación infantil es un ejemplo para toda la educación, sois un verdadero ejemplo del aprendizaje.
Jajaja. ...me encantaaaa "piensa como una maestra de infantil" ...sencillamente genial.
EliminarMuchas gracias!!