La gente comienza a llenar la entrada del CEP de
Córdoba donde Macmillan ha aprovechado para colocar su stand con ofertas
editoriales. Llega María Le Goff y aunque Joan Tomàs no contesta a la
llamada, viene camino del hotel. Son los primeros conferenciantes y los
protagonistas de los primeros revuelos. Elisa, la directora del CEP
conversa con los ponentes y se interesa por sus Escuelas. El salón de
actos va nutriéndose de personas recién despiertas en varios idiomas.
Probamos los pen drive,
garraspeamos ante el micrófono y Elisa saluda. La gente se recompone en
sus asientos. Sabemos que lo que se dice es verdad: estamos aquí porque
todos queramos estar, porque vamos a hacer lo que hemos querido hacer
aunque advierto que si hubiéramos hecho todo lo propuesto,
necesitaríamos veinte jornadas cada año para completarlo.
Joan
comienza su conferencia con retraso pero el ímpetu parece darle
tuneladoras potentes más que alas. No pasa mucho tiempo en el escenario y
se baja al público a la vez que pide la participación para demostrar
que no estamos en la era de la tarima educativa. En la pantalla aparecen
los mensajes que él mismo ha propuesto como back channel. Surgen
las ideas de aplicaciones para que el alumando de hoy aprenda las
lenguas de mañana. Hay que mantener la calma para que las dudas se
resuelvan en la comida en la que estarán tanto María como Tomàs con los
que podrán departir largamente.
Nos dividimos en dos
paneles entre las aulas de la planta baja en cuyo cruce intento asesorar
municipalmente sobre el tráfico entre los dos patios a los que tienen
que dirigirse. En uno discuten sobre si el C1 es un master, un mister o
un minister, en otro relatan las actividades extraescolares y
complementarias cada vez más aceleradamente porque como todos sabemos
conforme se acerca el final, el tiempo es menor, lo que resulta una
auténtica condena. Algunos centros apenas aciertan a resumir sus
aportaciones aunque por la premura casi parecen alcanzar el sumun la
calidad de la esencia. El ambiente no es derrotista. Gracián se hace
presente y lo bueno al ser breve se hace dos veces bueno.
Vamos
algo retrasados a la comida. Ocupamos la sala completa del restaurante.
Me encuentro con compañeras de Centros de Educación Permanente a las
que agradezco que se unan a la fiesta, porque ya estamos bebiendo y
comiendo, charlando y preguntando sobre quién eres, de dónde vienes,
junto a pobres compañeros que siguen trabajando acerca de su centro en
una reunión de trabajo inapropiada a horas extemporáneas.
Uno
a uno comienza la progresión de vuelta para los talleres de la tarde.
La gente se reparte según eligieron aunque siempre vienen personas a
excusarse por no responder al taller que pidieron.
Mientras
en una aula cantan y los males espantan, en otra dibujan con caras de
bruja a la vez que en otra sesudos calibradores se preguntan si un cien
en A es en realidad un cincuenta en B.
Llegan los cruces
de nuevo y ahora se aferran a la lectura, la escritura y las redes
sociales. Todos los caminos entran y salen de las lenguas del
profesorado que levanta sus manos diciendo que enseñan árabe, francés,
italiano, alemán y casi todos, inglés.
El último
correpasillos evidencia que estamos recuperando el tiempo demorado y
vamos justos en el horario. En una aula doblan Lo que el viento se
llevó, en otra no pronuncian español en inglés sino inglés en español y
la del fondo dan vueltas a los vídeos hasta por detrás.
Volvemos
al salón de actos y Farizha riza el rizo como directora de un centro de
la que es alumna. Este amor a las lenguas no es broma.
Antonio mira desde su piano al auditorio y canta sones de otras tierras. Hay emoción. Aplausos.
Nos
marchamos cansados, algunos hasta exhaustos o inquietos mientras otras
sin embargo toman tapitas en el bar de la esquina tranquilamente. Hay
quienes tienen que marchar a ciudades lejanas. El saber no ocupa lugar,
pero el espacio, sin duda.Esto es todo para quien se preocupa por la vida, pero si tienes interés en el trabajo, allá tú, aquí puedes encontrar además los materiales de la Jornada.
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