La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a una serie de conferencias de un profesor universitario. No fue, sin embargo, una intervención muy bien planificada por lo que parece. No todo lo que dijo fueron tonterías, dejó conceptos importantes sobre la mesa y cuestiones trascendentales, pero poco más.
Me sorprendió mucho. No me sorprendió por otro lado.
Me sorprendió mucho la falta de rigor, la forma de despachar grandes teorías con cuatro pamplinas, el maniqueísmo, la manipulación política e ideológica (más propia de otros tiempos pasados; muy preocupante este aspecto, mucho, da miedo), la mentira elevada a prueba, la estupidez elevada a razón, lo parcial elevado a total, la confusión, el caos (yo creí que me iba a aclarar algo -decían en los corrillos- y me voy peor), la falta de planificación de lo que iba a exponer, los imperativos ("sólo así" una y otra vez, una y otra vez), la repetición de una palabra-consigna (una y otra vez, una y otra vez), la defensa de ideas que deben aplicarse en todos los lugares menos en su propia intervención por lo que se ve, las conclusiones gratuitas sin prueba alguna, y todo con una expresión rotunda, categórica, con la mano dirigiendo en el aire y enfatizando al hablar...
¿Si todo lo anterior me sorprendió, qué es lo que no me sorprendió?
Pues no me sorprendió que hablara de Educación (es un experto en educación)y particularmente, sobre la última moda de la enseñanza por competencias. Si hubiera sido otro tema (si hubiera sido sobre Arquitectura o Medicina, sobre Astronomía o Economía...), le habrían exigido rigor, sensatez, pruebas, mesura, tal vez hasta lo habrían callado, le hubieran exigido lo que para hablar de la Educación no se exige, porque en España, en Andalucía, la Educación sigue siendo un cachondeo.
Dada la inabarcable proliferación de cantamañanas que opinan sobre este asunto, propongo que, a partir de ahora, se ocupe de ello el Ministerio de EduCANCIÓN.
ResponderEliminarFELICES FIESTAS.