Sin apenas descanso de mi vuelta de Madrid, ayer fui a Pozoblanco a hablar sobre competencias. Repasé las estrategias metodológicas que creo fundamentales entre las que destaco la CORRESPONSABILIDAD. Sé que muchos llaman a esto una nueva imagen del profesor como facilitador, pero la palabra me recuerda a una persona de vida fácil y a engendros léxicos producto de la incapacidad para usar la polisemia y manía por los tabúes. Para mí, el profesor seguirá siendo profesor, no quiero pertenecer al cuerpo de Facilitadores de Enseñanza Secundaria ni quiero que se pierda la palabra de mi profesión que no tiene por qué renunciar a una tradición de grandes profesionales que llevaron este sustantivo común.
Que el profesorado tenga que actuar de una nueva forma, no quiere decir que deje de ser profesor o profesora esencialmente. Con la nueva palabra se pierde más que se gana. Lo importante es el concepto de que el mismo profesor sólo debe girar poco a poco hacia un comportamiento de corresponsabilidad. ¿Seguiremos haciendo a los alumnos irresponsables? La excusa de que nosotros hacemos las cosas mejor, enseñamos mejor, comunicamos mejor sólo ha servido para marginarlos siempre en una frontera con la realidad: aprende sin tocar, decide sin decidir, nada sin mojar.
Sin embargo, podemos hacernos una simple pregunta: ¿quién lleva el volante en las autoescuelas? No lo llevan los profesores ni las profesoras precisamente. Los llevan los aprendices, los alumnos. Si las autoescuelas estuvieran en los colegios o en los institutos las clases serían de otra manera: conduciría el profesor y diría: Mira, ¿ves cómo conduzco? Pues así tendrías que hacerlo tú. Mira, mira, mira cómo giro a la derecha, ¿lo ves? Así debes pisar el embrague y no vayas a acelerar, que es pisar aquí. Ahora, repítemelo, ¿cómo he girado a la izquierda?...
El profesor organiza la ruta, planifica las acciones viales en general y da indicaciones continuamente, pero el que conduce para bien o para mal es el alumno. Hay corresponsabilidad. Claro que antes ha habido otro tipo de entrenamiento teórico, pero todo está encaminado a saber conducir, no a saber cómo conducen los demás. ¿Dejamos en nuestras clases que conduzca alguna vez el alumno o la alumna?¿les enseñamos realmente a conducir o a saber cómo se conduce?
En parte la enseñanza de las autoescuelas es así no porque ellas hayan descubierto que es el mejor modelo, sino porque la evaluación que se les impone, el examen externo, les obliga a concebirlo de esa forma. Esto indica la importancia que tiene la evaluación en cualquier proceso de adquisición de competencias y la importancia que cobraría la existencia de una evaluación externa coherente, algo que no parece ocurrir tampoco.
En la casa creo que también actuamos de esa manera irresponsable, de educación de irresponsables, impidiendo que nuestros hijos e hijas ni siquiera se hagan un bocadillo con la excusa de que lo ponen todo perdido.
¿Queremos educar a irresponsables o queremos enseñar a ser competentes? Si queremos enseñar a ser competentes, tenemos que actuar con corresponsabilidad, organizando la clase como profesores pero dándosela al alumnado, dejándoles todo el protagonismo de que sean capaces y algo más. Porque tal vez la autoescuela no se llame así sólo porque es de automóviles, sino porque es la única forma de aprender a aprender, de aprender por uno mismo.
Quizá algún día las escuelas sean autoescuelas.
Un punto de vista interesante.
ResponderEliminarEl texto me ha gustado y me ha parecido interesante sobre todo la comparación con la metodología de la autoescuela. La figura del profesor de conducción raramente es puesta en duda por sus alumnos. ¿Cómo ha logrado ese estatus? No es que el docente deba ser intocable, pero a menudo el profesor de secundaria es puesto en tela de juicio con demasiada facilidad
ResponderEliminarGracias a los dos por vuestros comentarios. Respecto a lo que planteas, Anton, creo que hay varias respuestas, pero la cuestión fundamental es que en las autoescuelas la calificación es externa -los profesores de autoescuela no examinan, sino que preparan para examinarse-, ese es uno de los motivos por el que el profesorado de autoescuela se ve como ayudante, como del mismo lado, y casi nunca como oponente. En parte la autoridad no necesita ser cuestionada cuando no existe. Sería como distinguir entre un profesor particular y un profesor de una institución que tiene poder para promocionar. Por otro lado, evidentemente, el contexto de enseñanza es completamente diferente: los aprendices son de mayor edad en las autoescuelas, el aprendizaje es individualizado siempre, los contenidos son muy limitados y totalmente prácticos (exceptuando la parte teórica).
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