Estándares para evaluar la biblioteca escolar (Chile)
Evaluar la biblioteca escolar es cada vez más una necesidad, curiosamente más imperiosa cuanto más mejora el panorama, o al menos más se enriquece en cantidad de bibliotecas implicadas, porque las dudas son: ¿están creciendo adecuadamente las bibliotecas escolares? ¿estoy organizando o dirigiendo correctamente mi biblioteca escolar? ¿cómo puedo sacar más rendimiento a mi biblioteca escolar? ¿cómo se consigue la excelencia bibliotecaria escolar? ¿cómo está realmente mi biblioteca, qué aspectos van bien y cuáles debo mejorar con urgencia?
Y estas dudas son mayores justamente cuando más se trabaja (quien no se preocupa de la biblioteca escolar, ni tiene dudas, ni necesita evaluación).
Naturalmente, es además un instrumento político, ya que sirve a la biblioteca escolar para conocer su estado y al Estado para conocer sus bibliotecas escolares y actuar ambas en consecuencia (o así debería ser).
El Gobierno de Chile ha tomado decididamente cartas en el asunto y presenta sus propios estándares adaptados al contexto de su país, aun a sabiendas de que lógicamente existen estándares internacionales como los definidos por IFLA y esto ha sido así porque el Gobierno chileno se ha distinguido especialmente por dar una relevancia extraordinaria en su sistema educativo a la biblioteca escolar. O sea, que la primera conclusión es que curiosamente evaluar no ha sido normalmente la primera intención, sino más bien una necesidad, una consecuencia de una preocupación constante a la que se debía dar respuesta.
La definición de estándares, por otra parte, no es en absoluto un hecho ocasional en América. Muy probablemente por influencia norteamericana, se desarrollan comúnmente en los países hispanoamericanos con esta denominación de estándares, evaluaciones normalizadas sobre aspectos educativos como por ejemplo, la lectura, según los cuales se establecen unos niveles de dominio mínimo para cada edad y circunstancia. Naturalmente esta necesidad está relacionada igualmente con los análisis de calidad.
Los estándares pueden aplicarse a personas o instituciones y en general se consideran instrumentos de utilidad por su carácter normalizador. En alguna ocasión me referí a la necesidad de que existiera una normalización sobre la lectura y las demás destrezas de la competencia comunicativa que nos permita orientarnos, por ejemplo, en la valoración de la velocidad lectora de una persona dada, o la destreza al explicar un problema (en algunos cursos, además, así lo manifestaron los asistentes).
El ejemplo me sirve para contestar que sí, que efectivamente la evaluación con portafolios normalizados es una forma de estándar y que en ese sentido podemos considerar al Portafolio Europeo de las Lenguas (PEL) efectivamente un estándar de competencia comunicativa; ahora bien, es mucho más un estándar útil para el aprendizaje de lenguas extranjeras que de lenguas maternas para las que podemos decir que deja mucho que desear por más que algunos se empeñen en lo contrario.
Pero volvamos al asunto. Los estándares que propone Chile para las bibliotecas escolares aparecen en un documento en el que tras una presentación, se nos explican paso a paso para terminar en unas matrices de valoración donde se expresa la calidad de cada dimensión evaluada. Leer nada más estas matrices o rúbricas es uno de los aspectos más iluminativos para la reflexión para todos aquellos que trabajamos en el ámbito. Si no, probad, leed, leed las matrices... y seguro que inmediatamente pensáis en vuestra biblioteca y casi sin querer aprenderéis cosas sencillas sobre ella (un comentario similar hace José García en el artículo sobre evaluación de las bibliotecas escolares que comenté en el monográfico que publicamos recientemente en e-CO) y sobre las demás.
No creo que sean sinceramente unos estándares exportables a España sin cambios sustanciales en ciertos aspectos. Algunas dimensiones me parecen mal calificadas, sin que pueda decir si se debe en realidad a mi desconocimiento del contexto chileno. Uno de los aspectos que me parecen menos logrados es la mala gradación de las dimensiones ya que en centros de poca matrícula establece niveles de exigencia muy por debajo proporcionalmente de los niveles exigidos a los centros grandes. Igualmente, me parece que la visión que trasluce el estándar se acomoda a una biblioteca con muy poca perspectiva de futuro, como si hubieran hecho unos estándares de bibliotecas escolares del siglo XX para unas bibliotecas escolares del siglo XXI. La poca importancia otorgada a la digitalización y la virtualidad, diluida casi totalmente en los aspectos generales, evidencia que se considera un cambio poco trascendental lo cual no puedo sino pensar como una ingnorancia de procesos muy acelerados que están sucedienco justamente en el corazón de las bibliotecas escolares.
A pesar de ello, la apuesta por una normalización en la evaluación de las bibliotecas escolares se haga como se haga es una doble muestra de valor: porque como ya dije, suele darse en momentos cercanos a la madurez como consecuencia de mucho trabajo y dedicación, y porque simplemente plantear unos estándares dará qué hablar, qué pensar sobre nuestras bibliotecas escolares. Un gesto de madurez y de valor porque no sólo evalúa las bibliotecas escolares, sino que nos evalúa a nosotros y a la administración de políticas educativas.
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