Durante estos días previos al Día de Andalucía, escogí un libro andalucista para reflexionar acerca de algún aspecto de nuestra cultura. En la biblioteca disponemos de esta antigua colección -Biblioteca de Cultura Andaluza- que recoge importantes títulos sobre andalucismo, algunos difíciles de encontrar de otra forma.
La copla andaluza de Rafael Cansinos Assens es un ensayo que trata el origen y sentido del flamenco como genuina creación de Andalucía. No hay que confundirla, pues, con una obra sobre lo que hoy llamaríamos copla andaluza, música de origen folclórico diferenciada netamente de los palos del flamenco, a pesar de que tanto en las caracterísiticas músico-vocales como en las características estilísticas y culturales muestren ciertas fronteras difusas en algunos casos. Hoy por hoy, sin embargo, parece que cualquiera podría disintiguir un cantante de copla ( o una, puesto que son mayoría femenina) de un cantaor flamenco (que es en realidad a lo que se refiere Rafael Cansinos).
Cansinos -sevillano del barrio de la Alameda, lo cual ya da una pista-, fue un autor andaluz conocido principalmente por su participación en los movimientos de principio de siglo XX, particularmente el Ultraísmo.
En este libro, Cansinos se sitúa en la línea que domina en el estudio flamencológico: escudriña los orígenes históricos posibles, hebraicos, gitanos, árabes y romanos, a los que suma un análisis de su génesis social basándose en el materialismo marxista y el psicoanálisis que lo llevan a la conclusión de que se trata de una manifestación cultural de la sublimación de un sufrimiento ancestral de dominación plasmada en la trágica alegría del flamenco (eterna forma ejemplificadora de la similitud andaluza con el blues negro, por ejemplo). Esta idea racionalizada de raigambre romántica no puede ser más propia de Cansinos Assens y del tópico que justifica la existencia del flamenco -cultura musical y literaria única y extraña en su entorno, sin similitud posible cercana- en una supuesta esencia trágica del pueblo andaluz, un pueblo acostumbrado a sublimar el sufrimiento de diversas maneras y a purgar sus remordimientos con una alegría extraña limítrofe con el quejío.
El libro, producto típico de la época, avanza pues en una idea que moderna en aquel tiempo hoy resulta enquistada en el tópico recurrente. Las propuestas se siguen sin apenas justificación y no dejan de ser opiniones más o menos acertadas del autor que propone sin convencer en un estilo más apologético que analítico.
En suma, una obra con ideas sugerentes pero sin una sola que podamos considerar concluyente.
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