sábado, 16 de mayo de 2009
Carlos Castilla del Pino: el último sabio.
Sencillamente me sobresalta la muerte de don Carlos Castilla del Pino, es como si hasta este momento lo hubiera supuesto inmortal.
Tal vez nos deja el último sabio, un sabio de esos que conocí en mi infancia y mi juventud y que adornaban una Córdoba pacata e inculta de verdadera genialidad. Mis primeros recuerdos de El Quijote no son de clase, sino de la consulta de un médico de mi barrio, Joaquín Sama, que con su natural parsimonia me explicaba la dualidad de los personajes a la vez que me auscultaba o ponía a prueba mis reflejos. Y de la misma manera, Castilla del Pino no era sólo un psiquiatra, sino un médico que lo primero que recomendaba a sus discípulos era leer a Azorín. No pocas apreciaciones sobre Galdós y sobre la perspectiva del narrador andan por su literatura médica. Su obra, Hermenéutica del lenguaje, que agotada me regaló en una consulta en la que le pedí ayuda para un trabajo de Semiótica, descubre una Pragmática que creo que ha quedado injustamente olvidada. La Lingüística y la Teoría de la Literatura, así como la Estilística estaban en el diario de estos sabios de los que ya no quedan. En la Hermenéutica del lenguaje, Castilla del Pino esbozó toda una teoría de análisis lingüístico. Estimativas e indicativas -categorías fundamentales de análisis- servían para diseccionar el lenguaje del enfermo mental lo mismo que del autor literario o de cualquier usuario de la lengua. Eran tiempos en los que la Lingüística maravillaba a las Ciencia Humanas, Lévi-Strauss hacía lo propio en la Antropología con mucha mayor fortuna y fama que Castilla del Pino que hacía lo propio en la Psiquiatría. Nunca se amedrentó ante el futuro, siempre rodeado de relojes -su obsesión- opuso a la ramplona Inteligencia emocional, una Teoría de los sentimientos. Tampoco temió al pasado, escrito en un Pretérito Imperfecto. Y así, supongo que sin miedo se nos fue, murió con todas sus letras, un sabio, un auténtico sabio, tal vez el último sabio.
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Yo tuve la suerte de escucharlo en mi universidad a propósito de la Teoría del personaje. Me pareció un hombre sabio, que se explicaba muy bien y escuchaba aún mejor las preguntas vacilantes de la clase. Y un apasionado, también.
ResponderEliminarLo retratas muy bien. Yo también lo veía así en sus intervenciones.
ResponderEliminarUn hombre absolutamente excepcional, necesario e inolvidable.
ResponderEliminarSiempre le recordaremos.
Saludos,
Diego