Conversaciones en la Central es un ciclo de la RBM de Córdoba que presenta en su sala María Moliner a personalidades de todas las áreas del saber y el sentir para dialogar sobre lo humano y menos humano del pasado y el presente y que no deberías perderte porque es fuente inagotable de sabiduría dialogal. Es una muestra de cómo las bibliotecas de Córdoba no se conforman con ser cubos silentes de compungidos lectores, sino que promueven palabras más que sonoras y hasta ruidosas cuando no, directamente fiestas de atronadores visitantes, como en el Salón del LyJ, también reciente.
De manera que cuando Rafael Ruiz, su director, me sugirió presentar la conversación entre César Bona y Jaume Carbonell, no me dio tiempo ni a pensármelo: de PM (de Primera Magnitud, dije, sin duda). Sin embargo, sopesando presentar a estas dos estrellas del rock educativo, ¿cómo podría ser invisible como presentador pero estar a la altura?
Rafael y su organización tenían un más que sugerente título para la charla y una propuesta de asuntos sobre los que teníamos que discutir para preparar el encuentro: "Educar en el siglo XXI: marcar un rumbo en la incertidumbre"; ahí es nada, algo que por el contrario, con toda su fuerza impactante, me sirvió para prepararles una sorpresa final.
El jueves quedamos en el hotel para encontrarnos los cuatro y allí estuvimos tomando un café para conocernos personalmente y afinar el proceso del programa que ya habíamos tratado por correo. No hicieron falta más de dos segundos, tal vez uno, tal vez medio... para que la sintonía saltara y César dijera: ¿por qué no grabamos la conversación? Debería escuchar el público esto que estamos hablando ahora mismo, ya. Además, las ideas de Jaume, César las sentía como si se las quitara al vuelo de manera que todo surgía maravillosa e instantáneamente.
Y es que veíamos preguntas, temas, polémicas... que tratar, y todo fluía casi como la realidad líquida que propuse como metáfora inicial de nuestro debate -no sin aviesa y bondadosa intención-. Efectivamente, para el título propuesto, la metáfora de Bauman sobre la realidad líquida venía que ni pintada. Bauman establece una característica distinguidora de la cultura moderna -y también de la educación- que es su liquidez, incluso su licuefacción, frente a la solidez histórica anterior. No me interesaba profundizar en el pensamiento de Bauman por más importante que fuera con su premio Príncipe de Asturias 2010, sino sencillamente partir de una imagen potente propuesta por él que distancia la antigüedad inamovible, sólida como una roca que apenas la erosión puede alterar después de mucho tiempo y empeño, frente a la modernidad, voluble, fútil, a veces excesivamente liviana y leve, difícil de contener, mantener o sostener, que se escapa no ya de nuestras manos sino de cualquiera de nuestra intenciones de congelarla. Justamaente, lo que pasa con la educación. Y desde ahí fuimos planteándonos cómo avanzar desde los libros que ambos tienen publicados, hasta la educación que critiquen en el futuro cuando llegue el momento de quejarse de ella como debe ser.
Tuve suerte con evitar presentar lo evidente porque Jaume propuso como presentación decir ellos mismos de dónde venían (aunque yo más bien estuve a punto de preguntarles tú de quién eres) y las cuestiones que se plantearon a partir del listado de Rafael no sólo le parecieron a ambos perfectas sino interesantes. Sólo les anuncié que les había preparado un regalo, pero no les dije cuál.
Al llegar a La Central en el taxi (el taxista nos recordó que había hecho allí la mili porque fue cuartel antes que maravillosa biblioteca la sede de Lepanto), ya estaba la sala llena y los rezagados se sentaban en los sillones de fuera frente al televisor. Alguna entrevista de prensa de estos famosos maestros y unos saludos a gente conocida, cuando de pronto nos vemos bajo esos focos imperdonables que sólo dejan ver una masa de cabello y rostros difuminados a distintas alturas bajo un susurro de pronto silenciado: de repente.
Tengo que confesar que me lo pasé tan bien durante la conversación, antes y después, que no sabía empezar de otra forma que no fuera decir qué alegría, qué alegría, qué alegría de vernos allí, porque suponía que todos estaban como yo contentos de que la educación concitara un encuentro completa y absolutamente inútil, sin el más mínimo fin práctico, es decir, sin necesidad de congreso, curso, mitin, formación...nada. Simplemente para echar el rato charlando sobre la escuela porque sí.
Jaume y César son dos estrellas actuales del Teaching System porque además tienen disco en el mercado; disco, quiero decir: libro. La nueva educación y Pedagogías del siglo XXI. A veces se dice de esto que son dos caras de la misma moneda, pero yo diría que son una moneda de chocolate: el maestro en su aula y el experto en su mirada. A César y Jaume los distancia justamente lo que los une: la educación. Lógicamente, uno viene de dar la clase con chiquillos y chiquillas, tratar con sus madres, discutir con su director o con el inspector y pelear con las paredes del aula; y el otro viene de visitar centros, enseñar a universitarios y pensar en la bibliografía; nada que ver. Son dos mundos que giran en la misma sintonía alrededor del mismo sol, pero son distintos. A pesar de ello, no están de espaldas: uno envuelve al otro; el otro alimenta al uno.
Las monedas de chocolate -ahora que viene la navidad y que es la época en que más las comíamos de pequeños- viene a cuento recordar su encanto tanto en la envoltura como en lo envuelto. Para comer chocolate, bien podíamos hacerlo miles de veces en miles de formas, ¡y hasta más rico! Pero las monedas, con ese resplandor, ese relieve, esa ensoñación de un verdadero tesoro, no pueden tener el mismo efecto que cualquier otro chocolate o cualquiera otra envoltura. O se dan juntos o no valen para nada, ¡y vaya si valen!
César Bona insistió en la creatividad, el aprendizaje entre iguales, la curiosidad obligatoria para ser maestro, la idea de que no hay alumnado con necesidades educativas especiales sino alumnos y alumnas con sus necesidades educativas; comentó sus avatares en la escuela unitaria, defendió el poder de la escucha y la importancia del compromiso social. Nos dejó la imagen de cómo resolver el problema de la formación de los futuros maestros convirtiéndolos en máquina de preguntas y abrepuertas humildes, muy humildes, sobre todo para poder aprender de todos, de todas y de todo.
Jaume se pronunció a favor de que todos participaran en la educación, que los espacios educativos fueran más imaginativos, incluidos los exteriores, y no sólo canchas planas, sino montañas, huertos y espacios de imaginación y trabajo, reforzó la importancia del diálogo, criticó la desigualdad de los deberes, se revolvió contra las disciplinas o materias y los examenes, y avanzó hacia el aprendizaje a lo largo de la vida.
Seguían quitándose las ideas uno al otro, y además curiosamente con más calma, el más joven -César- y con un sinfín de aspavientos el mayor -Jaume- (juro que en ocasiones hizo vibrar hasta la tarima y ya lo veía abalanzándose hacia el público con su afán de hacerse entender, lo mismo que dándome palmadas en el brazo o describiendo figuras en el aire).
Repasamos el modelo educativo de un futuro posible, la atención a la diversidad, la maldita burocracia educativa, las corrientes innovadoras, los valores educativos que conservar, la formación del profesorado, sus competencias, el aprendizaje permanente...
Y para terminar, antes de que dijeran la frase con que querían culminar su intervención, les recordé ya que teníamos que ser como niños, que para cualquiera de ellos probablemente Carbonell no sería un pedagogo, sería el del aceite, y Bona, no un maestro, sino el del agua, de manera que preparé para ellos sendas botellas con su marca personalizada (aceite Juame Carbonell y agua César Bona) como síntesis de esa modernidad líquida de la que forman parte porque son productos naturales, sanos que ojalá siempre estén en nuestra dieta.
Continuamos con las intervenciones del público, con un lamento generalizado sobre la formación de maestros y sobre la inercia de la educación y luego, después del acoso de personas comprando sus libros, haciéndose fotos y pidiendo autógrafos, marchamos dando un paseo ya tranquilos hasta La Cazuela de la Espartería donde tomamos nuestras copitas con su poquito de salmorejo, flamenquín, berenjenas y pisto para darnos el homenaje que el cuerpo nos pedía.
Una noche fantástica para no olvidar que debo agradecer a ellos dos, magníficos educadores y colegas, y a Rafael Ruiz, director y organizador de estas Conversaciones en la Central que no os debéis perder.
Genial,Miguel! Acercarse por aquí siempre es aprender,reflexionar, cuestionar y disfrutar de la educación. Feliz año!! Abrazos. Ana Nebreda
ResponderEliminar¡Qué alegría verte por aquí, Ana! Hasta en tus letras veo tu sonrisa y tu entusiasmo. ¡Qué buen año vas a tener, ya verás!
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