Era de esperar: sale el libro blanco de la educación que han encargado a José Antonio Marina y hete aquí que el filósofo incurre en el mismo olvido errático y erróneo que todos: nada de educación permanente de personas adultas, nada de aprendizaje permanente a lo largo de la vida. ¿Para qué? La educación sigue siendo el caballo de batalla parece que porque al fin y al cabo es la manera de manipular la infancia y la juventud; cuando ya son adultos, poco puede hacerse y lo dejan en manos de otras instituciones; bueno, ojalá, más bien, lo dejan simplemente.
Leído el informe ejecutivo, no he encontrado obsolutamente nada, nada, nada que se refiera a la educación permanente de personas adultas y a su profunda necesidad de transformación así como a su profundísima capacidad de transformación del resto de la sociedad. Algún día tendrán que reconocer la gran influencia que sobre la excelencia de un sistema educativo tiene una excelente educación permanente de personas adultas. Hasta que esto no se haga, andadremos como siempre, poniendo parches para esto o para lo otro pero sin una visión global de la educación que no sea adocenar a la infancia y la juventud con un modelo político concreto.
Mucho refrán africano de que para enseñar hace falta toda la tribu pero a la hora de proponer, Marina se limita como todos a dejar las cosas como están: cambiar la educación primaria y secundaria, nada más. Muchas referencia a modelos extranjeros -vale- entre ellos el francés y el británico del que copia más que confiesa, pero nada de copiar de los sistemas norteuropeos la importancia de la educación permanente de personas adultas, nada de señalar la importancia mundial con que se ve hoy el aprendizaje permanente. Menos mal que por lo menos alguien ha debido recordarle la importancia de la biblioteca escolar y recomienda que exista este perfil profesional y servicio en los centros educativos.
Es curioso que se hable tanto de formación de las familias últimamente y que nunca se eche mano de los centros de educación permanente que deberían ser sus centros naturales, porque el colegio de infantil y primaria o el centro de secundaria debería centrarse en sus usuarios y poco o nada sabe de la educacdión de personas adultas salvo que se dedique a ello estructuralmente como pasa con los centros de educación permanente, sean CEPER, IES, IPEP o EOI.
La educación permanente no es que siga olvidada, es que sigue invisible a los ojos de estos supuestos especialistas en educación que siempre olvidan todo lo que no sea primaria y secundaria con el apósito de la FP. ¿Qué especialistas son estos que no saben lo esencial?
Dignificar física, profesional y socialmente los centros de educación permanente de personas adultas tendría un efecto multiplicador sobre cualquier reforma educativa que se haga justamente porque incide sobre la sociedad, sobre esa tribu de la que tanto se habla y nada se hace, sobre esos abuelos y abuelas, hermanos y madres o padres que son los mismos que andarán con las tareas de los niños y niñas, que serán los mismos que en casa reafirmen o rechacen un modelo de sociedad del que se hable en la escuela. Los centros de educación permanente no son centros de segunda oportunidad compensatoria, son centros educativos para todo tipo de personas adultas, para todas las personas que quieren seguir transformando su educación y transformando la de los demás. Tanto decir que los asuntos hay que enfocarlos globalmente, y aquí como siempre solo importa un tiempo en la vida, un flanco del problema: los niños y las niñas, los jóvenes; a los demás...que les den un libro en blanco.
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