Añadí antesdeayer en el blog de la biblioteca un artículo sobre audioliteratura. Comentaba al final cómo no representa una mera forma de pereza, sino otra forma de vivir el texto literario y efectivamente, así es. Si escuchar un texto literario fuera una forma perezosa de leer, la audioliteratura hubiera tenido un éxito que no se ha producido, teniendo en cuenta el éxito que formas de entretenimiento pasivas y poco exigentes tienen hoy como es el caso de la televisión. La escucha de un texto literario a pesar de que libere de su decodificación escrita, exige una gran concentración y obliga al lector a una velocidad de comprensión determinada. Por ello, no podemos considerar la audioliteratura dentro de los casos de oralización que se producen para evitar leer y que generalmente no se basan en la lectura del texto íntegro, sino en un resumen.
Por otra parte, la literatura para escuchar es un fenómeno antiquísimo. La mayoría de las personas eran analfabetas y a veces se acercaban a los textos escritos escuchando las lecturas públicas que otros hacían (los ejemplos de El Quijote son los más conocidos). Esto queda reflejado en algunas obras ya a la hora de escribirse, de manera que el autor hace referencia al auditorio (un testimonio que erróneamente algunos han tomado como testimonio de literatura oral pura).
Hoy podemos usar la audioliteratura para distintos fines educativos. El primero y obvio es el uso para casos de integración de invidentes, pero no es el único. La escucha literaria se usa igualmente para la integración de personas con otras discapacidades, particularmente las psíquicas, que pueden impedir una adecuada decodificación escrita.
En el entorno de la clase sin necesidades educativas especiales, la audición supone una utilidad que voy a denominar robot lector. Efectivamente, la lectura grabada puede exponerse en múltiples condiciones: a) escuchar un texto cuando no se puede leer porque se está realizando otra actividad que lo impide o lo dificulta (por ejemplo, escuchar mientras se dibuja); b) acompañar la lectura silenciosa (por ejemplo, incluir como banda sonora junto a la presentación del texto escrito), c) ayudar a la memorización del texto (por ejemplo, para recitarlo de memoria posteriormente o para representarlo); d) repetir la lectura para profundizar en ella de otra forma (por ejemplo, escucharlo buscando un dato); e) suministrar un modelo de lectura en cuanto a dicción, velocidad y expresividad. He denominado a estas utilidades robot lector porque me he referido en ellas al uso de un texto grabado en audio, pero obviamente, la lectura puede hacerse natural.
Que el profesor lea a sus alumnos es una de las actividades más agradecidas en el contacto con la literatura. Cuentos, poemas o fragmentos son las formas más adecuadas para convertirnos en lectores públicos que ofrecen también un modelo de lectura. La poeta Olvido García Valdés -ahora directora del Centro Cervantes de Toulusse- comentaba en una ocasión en su visita a nuestra Aula de poesía que nunca dejaba que un alumno leyera primero un texto. Primero lo leía ella y luego de comentado podía dejar que lo leyera un alumno.
Efectivamente, la lectura en voz alta del alumnado es en ocasiones defectuosa y dejar que presenten en público un texto sin previo acercamiento puede convertirse en un verdadero destrozo lector. La lectura grabada proporciona una posibilidad de ofrecer modelos de lectura.
Los problemas que el alumnado suele tener en cuanto a la lectura en voz alta son muchos pero destacaré dos: una excesiva monotonía y el uso de la velocidad única (normalmente muy rápida). Estos defectos comunes son más difíciles de quitar de lo que parece. Si alguno ha trabajado lectura expresiva en el aula, habrá comprobado la resistencia que existe en el alumnado a aprender a leer a velocidades lentas.
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