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Hace muchos años, a propósito de Requiem por un campesino español de Ramón J. Sender, comentaba un compañero los problemas que había tenido con un padre que se oponía a la lectura de esa novela. Muchas de aquellas personas se habían educado en la época franquista y todavía veían con malos ojos ciertas novelas que consideraban "rojas". Y a pesar de la democracia, los intentos de prohibición continúan. En la bibliografía sobre bibliotecas en Francia encontré durante tiempo varias críticas al partido de Le Pen que en ciertos gobiernos municipales había establecido listados de libros proscritos. Así que el fenómeno no no es tan lejano.Viene todo a cuento de la Semana del Libro Prohibido, que acaba de celebrarse y sobre la que nos alerta Ariadna con un correo que le agradecemos.
Cierto que uno de los problemas de la censura de libros es la cuestión sexual. En aquel mismo Instituto, al terminar de leer un fragmento del Libro de Buen Amor, comentó una alumna: ¡anda, como mi padre leyera esto! Mi contestación fue rápida: dile a tu padre que ya han pasado más de quinientos años, va siendo hora de comprenderlo. Sin embargo, el tiempo no lima ciertas asperezas, como ocurre con el sexo, que sigue siendo tabú importante.
Una escritora conocida de literatura juvenil nos comentaba un día el encargo que le habían hecho de una colección de novelas rosa para chicas y la prohibición de ciertas palabras y asuntos.
Así que no sólo existe la prohibición, sino incluso la censura previa, algo que los mismos autores de literatura juvenil reconocen que hacen ellos mismos para conseguir que les publiquen.
Para no ser hipócritas y demagogos, deberíamos plantearnos también si nosotros no prohibimos ciertos libros. Porque, ¿qué deberíamos hacer si alguno de nuestros jóvenes pide un libro xenófobo o abiertamente violento? No está de más recordar el intento de censura -que no de prohibición- en el que el PSOE se empeñó contra el libro de Migoya titulado Todas putas, generalmente sin haberlo leido, claro. Esta hipocresía barata de defender la libertad de libros que a uno le parecen bien no es desde luego una idea de la libertad, aunque es la idea de libertad de algunos partidos, la libertad parcial y condicionada (a tener sus mismas lealtades, que no ideología).
Así que no está mal, ya que ha terminado la semana, dedicar el resto del año a los libros libres, a que se lea libremente y después se deje hablar libremente de todo (o casi todo).
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