A veces basta dar la vuelta a las cosas para encontrar un nuevo sentido, como lo que hizo Quino al explicar que la vida estaría mejor pensada si fuera al revés, y efectivamente, acabar en un orgasmo no es lo mismo que acabar en agonía.
También podemos usar la técnica en el mundo del libro y la lectura. David Vidal traduce una parte del libro Everything Bad Is Good for You: How Today’s Popular Culture Is Actually Making Us Smarter (Lo malo es bueno: cómo la cultura de masas nos hace más inteligentes), de Steven Johnson. Siguiendo la idea, podríamos imaginar que la historia fue al revés: primero existieron los videojuegos y luego aparecieron los libros. Según el autor, los padres y educadores se alzarían malhumorados contra el empobrecimiento que significaría una transición de este tipo: los libros son simples, excitan menos áreas cerebrales; aíslan a las personas unas de otras; discriminan a los disléxicos; son exclusivamente lineales e imponen una trama. Conclusión: los libros empobrecen a nuestros jóvenes, con los videojuegos aprendían más y mejor, desarrollaban más y mejores cualidades.
Es evidente que la tesis del libro defiende las aportaciones de los modernos medios a la cultura y considera que lejos de empobrecerla y empobrecernos, la enriquece.
No pretendo dar siquiera mi opinión, ni siquiera sé si la tengo aún formada, pero parece claro que lejos de apuestas fuertes, la visión de la historia al revés al menos nos ofrece una perspectiva complementaria para tener en cuenta.
Sin embargo, lo que no se debe olvidar es que no se trata de cuestiones de cantidad (más áreas cerebrales, más habilidades, más acciones...) sino de calidad: la actividad de concentrarse en la comprensión de un texto es una habilidad considerada de alto nivel cuya aportación puede perderse en el bosque de las habilidades triviales.
¿Ocurrirá? ¿Seremos realmente más estúpidos como lamentaba Nicholas Carr o más inteligentes como parece predecir Johnson?
Probablemente el número de ambos -inteligentes y estúpidos- seguirá una proporción similar, porque al fin y al cabo se trata de una evolución inexorable. Sería imposible concebir una educación adecuada de una persona hoy en día exclusivamente con libros. Los videojuegos cuyas principales características son la interactividad y la simulación (cualidades fundamentales de un medio educativo hoy en día) evidencian su potencial educador y precisamente por eso, muchos adultos velan por su uso, porque son conscientes de su fuerza de enculturación.
Negarnos por tanto al futuro es como negarnos a todo. A pesar de ello, las bibliotecas y las instituciones educativas tendrán que pensar seriamente cómo compaginar esos dos movimientos de forma que abrirse a las nuevas formas de cultura de masas no suponga un empobrecimiento. Nunca ha existido una educación que por ser innovadora haya renunciado totalmente a la tradición.
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