Desde que llegué al CEP, me he convertido en el hombre clave: la clave del ordenador ****, la clave del móvil ****, la clave del programa de gestión ****, la clave del portátil ****... He contado y llevo más de diez claves. Lógicamente hoy en día ya no es como antes, ahora todas las mujeres y todos los hombres somos hombres clave, mujeres clave.
Esta inflación de claves de la tecnología actual probablemente devalúe su aprecio, porque muchas veces las claves nos encierran en lugar de protegernos, y si alguien realmente tiene entre ceja y ceja vulnerarlas, a decir de algunos, métodos haylos para lograrlo -y también hemos visto ejemplos-. Pero mientras los gadgets no reconozcan nuestra huella, el iris de los ojos, los puntos faciales o el timbre de voz, seguiremos enredados en este galimatías de claves que para mi inseguridad tengo además apuntadas en una hoja, que es como la de Adán, esa que si te la quitan se te ve todo.
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