domingo, 22 de febrero de 2015

Buenas prácticas en desarrollo de la competencia lingüística


La Agencia Andaluza de Evaluación Educativa (AGAEVE) ha comenzado la publicación de una serie de informes sobre buenas prácticas en diversos ámbitos: competencia lingüística, razonamiento matemático, uso de las TIC y trabajo por proyectos. La idea es difundir aquellas prácticas andaluzas que en estos aspectos acreditan resultados suficientes como para merecer ser tomadas de orientación para otros centros. Se trata de una misión difícil -puedo garantizarlo- pero necesaria porque en ocasiones asistimos a la publicidad más que publicación de prácticas sobre las que no se tiene la más mínima evaluación sino más bien una idea de espectacularidad que no necesariamente tiene que corresponderse con resultados.
Mi colaboración en este caso se limitó a formar parte de la subcomisión que preparó los indicadores para concluir en un listado de centros con indicios de buenas prácticas en desarrollo de la competencia en comunicación lingüísticas como lengua materna en la enseñanza obligatoria. 
Durante el año pasado anduvimos dándole vueltas a qué valores deberían ser tenidos en cuenta de acuerdo con los datos de que disponíamos, lógicamente. Uno de los efectos más curiosos del trabajo fue comprobar que los resultados no tenían que corresponderse necesariamente con centros esperados. De hecho, algunos compañeros que no conocían el trabajo que se estaba realizando, se sorprendían de los centros seleccionados porque no habían tenido conocimiento de prácticas destacables en esos centros y por otro lado, existían centros de presuntas buenas prácticas que no aparecían entre los candidatos. Este desajuste, lejos de ser para mí una perversión del sistema, es un dato muy a tener en cuenta sobre cómo valoramos las buenas prácticas. No voy a asegurar cuáles son los criterios adecuados, si los nuestros o los de los demás, si sólo los objetivos o los subjetivos, pero sí quiero ponderar la importancia que tiene someternos a los datos, someternos a las pruebas o por lo menos, darles el valor preponderante que tienen. 
Ya al final del curso pasado en una ponencia durante la sesión final del programa sobre Proyecto Lingüístico de Centro me referí a la poca tradición evaluadora de proyectos y la escasa habilidad profesional de los educadores de nuestro país en evaluar la enseñanza y no sólo a los estudiantes y su maldita nota. No pasamos del cuestionario y aquello de "a los niños les gustó mucho" para pretender que se trata de una experiencia educativa de aprendizaje adecuada. Esta pobreza evaluadora debe acabarse y con toda su humildad, propuestas como de la que estamos hablando ayudan a ver el panorama de las buenas prácticas desde una evaluación de sus resultados cruzados y no de una simple opinión benevolente, como comúnmente se hace.
La serie, después del informe general que explica cómo se desarrolla la selección y se extraen las buenas prácticas, comienza con un ejemplo como es el programa de lectura del CEIP Sor Felipa de la Cruz de Belalcázar en Córdoba al que seguirán otros centros que como este, no sólo tienen un proyecto común de tratamiento de la lectura, sino un valor añadido contrastado en unos resultados que lo sitúan por encima de lo esperable. No estarán todos los que son, pero al menos los que están seguro que servirán de orientación y ejemplo que es de lo que se trata. 
Quiero agradecer a mis compañeros y compañeras de subcomisión el tiempo que pasamos trabajando, especialmente a Juan Bueno y María Jesús Lencina, con los que tuve mayor y continuo contacto. Como comenté el día en que nos reunimos en la Agencia, al principio cuando me llamaron para colaborar, pensé en la acumulación de más responsabilidades en momentos en que la asesoría además está especialmente cargada de frentes abiertos, pero ya dije que hubiera sido por mi parte una estupidez negarme a aprovechar esta oportunidad de aprender sobre el sistema educativo en general, y sobre la evaluación y la competencia en comunicación lingüística en particular. Fueron meses de reflexión sobre datos con los que difícilmente se encuentra uno en otras ocasiones. No me preocupa el resultado, de verdad, porque para mí lo importante fue el proceso, lo que aprendí en ello.

jueves, 12 de febrero de 2015

Crónica de la VII Jornada de Escuelas Oficiales de Idiomas de Córdoba

La gente comienza a llenar la entrada del CEP de Córdoba donde Macmillan ha aprovechado para colocar su stand con ofertas editoriales. Llega María Le Goff y aunque Joan Tomàs no contesta a la llamada, viene camino del hotel. Son los primeros conferenciantes y los protagonistas de los primeros revuelos. Elisa, la directora del CEP conversa con los ponentes y se interesa por sus Escuelas. El salón de actos va nutriéndose de personas recién despiertas en varios idiomas.
Probamos los pen drive, garraspeamos ante el micrófono y Elisa saluda. La gente se recompone en sus asientos. Sabemos que lo que se dice es verdad: estamos aquí porque todos queramos estar, porque vamos a hacer lo que hemos querido hacer aunque advierto que si hubiéramos hecho todo lo propuesto, necesitaríamos veinte jornadas cada año para completarlo.
María Le Goff comienza su disertación mientras algún rezagado todavía mira los materiales recogidos a la entrada. María no sabe lo que dice porque lo haya vivido, lo conoce porque a veces lo ha sufrido. Sabe que sufrir no es padecer, sino afrontar las dificultades para que no se vuelvan a repetir. Que los profesores estamos hechos a tener al alumando delante, físicamente todos los días, es sabido, pero que en las nuevas formas de enseñanza como la semipresencial hay alumando que no sabe que habìa que tener ordenador o que se sienten solos a pesar de la ayuda que le prestes son cosas del futuro que está presente. La experiencia nos enseña por la voz de María y nos ilustra con un documento que repartimos con una enumeración de recursos para enriquecer la clase semipresencial.
Los aplausos y preguntas dan paso a las pruebas con el material de Joan mientras los asistentes toman un café en el restaurante El Globo al que hemos amenazado a ir a buscarlos como no vengan a tiempo. La angustia del horario comienza a aparecer.
Joan comienza su conferencia con retraso pero el ímpetu parece darle tuneladoras potentes más que alas. No pasa mucho tiempo en el escenario y se baja al público a la vez que pide la participación para demostrar que no estamos en la era de la tarima educativa. En la pantalla aparecen los mensajes que él mismo ha propuesto como back channel. Surgen las ideas de aplicaciones para que el alumando de hoy aprenda las lenguas de mañana. Hay que mantener la calma para que las dudas se resuelvan en la comida en la que estarán tanto María como Tomàs con los que podrán departir largamente.
Nos dividimos en dos paneles entre las aulas de la planta baja en cuyo cruce intento asesorar municipalmente sobre el tráfico entre los dos patios a los que tienen que dirigirse. En uno discuten sobre si el C1 es un master, un mister o un minister, en otro relatan las actividades extraescolares y complementarias cada vez más aceleradamente porque como todos sabemos conforme se acerca el final, el tiempo es menor, lo que resulta una auténtica condena. Algunos centros apenas aciertan a resumir sus aportaciones aunque por la premura casi parecen alcanzar el sumun la calidad de la esencia. El ambiente no es derrotista. Gracián se hace presente y lo bueno al ser breve se hace dos veces bueno.
Vamos algo retrasados a la comida. Ocupamos la sala completa del restaurante. Me encuentro con compañeras de Centros de Educación Permanente a las que agradezco que se unan a la fiesta, porque ya estamos bebiendo y comiendo, charlando y preguntando sobre quién eres, de dónde vienes, junto a pobres compañeros que siguen trabajando acerca de su centro en una reunión de trabajo inapropiada a horas extemporáneas.
Uno a uno comienza la progresión de vuelta para los talleres de la tarde. La gente se reparte según eligieron aunque siempre vienen personas a excusarse por no responder al taller que pidieron.
Mientras en una aula cantan y los males espantan, en otra dibujan con caras de bruja a la vez que en otra sesudos calibradores se preguntan si un cien en A es en realidad un cincuenta en B.
Llegan los cruces de nuevo y ahora se aferran a la lectura, la escritura y las redes sociales. Todos los caminos entran y salen de las lenguas del profesorado que levanta sus manos diciendo que enseñan árabe, francés, italiano, alemán y casi todos, inglés.
El último correpasillos evidencia que estamos recuperando el tiempo demorado y vamos justos en el horario. En una aula doblan Lo que el viento se llevó, en otra no pronuncian español en inglés sino inglés en español y la del fondo dan vueltas a los vídeos hasta por detrás.
Volvemos al salón de actos y Farizha riza el rizo como directora de un centro de la que es alumna. Este amor a las lenguas no es broma.
Antonio mira desde su piano al auditorio y canta sones de otras tierras. Hay emoción. Aplausos.
Nos marchamos cansados, algunos hasta exhaustos o inquietos mientras otras sin embargo toman tapitas en el bar de la esquina tranquilamente. Hay quienes tienen que marchar a ciudades lejanas. El saber no ocupa lugar, pero el espacio, sin duda.
Esto es todo para quien se preocupa por la vida, pero si tienes interés en el trabajo, allá tú, aquí puedes encontrar además los materiales de la Jornada.
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