domingo, 22 de mayo de 2016

La diferencia entre uno y varios libros

"El fanático ha sido clásicamente representado por un joven con una antorcha en una mano y en la otra un libro —sólo uno, nunca varios—". 

José Álvarez Junco
El País

viernes, 20 de mayo de 2016

La paradoja del efecto eureka




Aunque comúnmente se llame momento eureka al momento de encuentro con una solución creativa, Chomsky ya adviritió a partir de sus teorías sobre el lenguaje interiorizado, que toda actuación lo es porque genera frases nunca oídas y comprende oraciones jamás escuchadas. Por ello mismo, podemos hablar de momentos eureka también cuando logramos algo que antes no éramos capaces de hacer o aprendemos algo que antes no conocíamos. También hay un momento eureka cuando aprendemos a montar en bicicleta. Al fin y al cabo, a pesar de ser un mecanismo conocido y una técnica en la que la humanidad nos ha precedido, en nuestro cerebro, poder manejarla a partir de ese momento es el inicio de una serie de actos creativos -literalmente e irrepetibles- que nos capacitarán para guiarla por caminos sobre los que nunca hemos transitado, frenar en momentos en los que nunca hemos parado y guardar el equilibro en zonas donde nunca pisamos. Recordemos que una bicicleta nunca puede pasar por el mismo sitio dos veces como no nos podemos bañar dos veces en el mismo río y probablemente ni el ciclista ni la bicicleta coincidan más de una vez en la vida y nunca sean los mismos.
Todo esto de la bicicleta viene a propósito del experimento de bicicleta inversa que comenté hace poco menos de un año en este mismo blog y que por cierto, Aníbal de la Torre volvió a traer a colación en una reciente conferencia. En aquella ocasión mía además de relacionarlo con las ventanas plásticas o periodos críticos de aprendizaje, muchos ligados a la edad de las personas, me sirvió para advertir cuán erróneo puede ser evaluar un proceso de aprendizaje por los resultados teniendo en cuenta que en algunos aprendizajes como en este, el de la bicicleta, la manifestación del resultado es brusca y en ocasiones tras un periodo prolongado de ausencia de manifestaciones que lo avancen (al menos con la observación participante). Llamaré a este momento el efecto eureka del aprendizaje, el momento inicial en que uno de pronto se mantiene y avanza en la bicicleta y ve cómo mejora rápidamente como si toda su vida lo hubiera hecho aunque en realidad fuera por primera vez.
En el aprendizaje hay muchos efectos eureka y de pronto advertimos que hemos aprendido algo, en ocasiones leyendo un artículo, otras veces dando una clase, otras simplemente charlando con un compañero o compañera. Lo perverso y tal vez paradójico de este efecto eureka es que podamos adjudicar sin demostración posible a ese artículo, a esa clase o a ese compañero el habernos facilitado ese aprendizaje, cuando no, haberlo provocado totalmente. ¿No sería como si Newton adjudicara a la manzana el descubrimiento de la gravitación universal? ¿Fue la manzana la que le enseñó a Newton y deberíamos considerarla en la Historia de la Física más que a él mismo?
No sólo en los tan traidos aprendizajes formales, informales y no formales, sino en los que Cobo llama invisibles como en los que Hattie llama visibles, vamos a tener que dejar de ver partes donde no las hay. El aprendizaje es un continuum, el aprendizaje es un río que sigue no sólo su curso, sino que invade riberas e inunda desbordantes ocasiones llanuras intelectuales saliéndose de su órbita habitual que en realidad él mismo ha ido excavando. Si el aprendizaje es un continuum, resulta muy difícil saber realmente por qué y cómo hemos aprendido algo, y a veces es injuto y sobre todo, un engaño que podamos adjudicarlo a quien menos contribuyó a ello. Por eso puede ser una paradoja, porque contradictoriamente, demos galardón a quien menos lo merece y se lo neguamos a quien nos llevó hasta allí.
Los científicos no paran de poner en valor la naturaleza básica (de base, de fundamento, de basa para columna) de los errores en el aprendizaje. Todos los científicos que conocen en profundidad ciertas teorías, al realizar una aproximación histórica, recuerdan continuamente lo maravilloso de las equivocaciones anteriores, el valor incalculable de los desvíos previos de los antecesores que van llevando a la humanidad poco a poco hasta el manzano preparado para entender la caída del fruto, que tantas veces antes había caído y nadie supo entender. Mi maestro de ciencias naturales de primaria al que apodábamos El Bicho, lo señalaba siempre cuando refutaba una teoría anterior; cuando falsaba algo, pedía siempre respeto por aquel dignísimo científico equivocado que nos llevó erróneamente hasta la verdad a sabiendas de que como imberbes alumnos íbamos a reírnos con soberbia prestada de aquel pobre hombre equivocado.
En la era del espectáculo -y puede ser que en otras eras, no lo niego- sólo lo que se ve, lo que se muestra y además con la rapidez de los segundos que aguanta la audiencia, es valorado. Viene esto a la consideración que tienen hoy en día algunas formaciones como las conferencias, los actos transmisivos, los cursos unidireccionales, las actuaciones tediosas aunque con enjundia, las lecturas prolongadas o lo que con poco rigor se echa en el saco de lo teórico o peor, lo meramente teórico.
En un estudio sobre el que estamos, y cuyos datos no puedo comentar ahora, gran parte del profesorado refiere haber aprendido mucho más de sus congéneres y de las prácticas que de la enseñanza formal y teórica. Aunque no tengo datos objetivos para rebatir esta superioridad, si tengo sospechas de que cuando dicen que han aprendido más, en realidad están diciendo que les gustaría pensar que aprenden más de la práctica, o que en la práctica es cuando sienten que aprenden más. O sea, que la práctica está más cercana al efecto eureka y por ello mismo es más propensa a llevarse la gloria del manzano a pesar de que no sepamos qué teorías, qué formaciones unidireccionales y frontales y hasta tediosas e incluso inadvertidas habrán sido necesarias para llevarlos hasta allí.
El aprendizaje es un continuum y en ese continuum hay que aprovechar todas las posibilidades y evitar que las modas nos cieguen y cierren el camino a formas de aprender cuya efectividad no depende de cómo son, de lo que son, sino de su calidad, su cantidad y oportunidad de ocurrencia. Hay quienes quieren convertir esto de la educación en una única fórmula o una única sustancia, cuando no, uno juegos artificiales (sic), sin embargo, la realidad no hace más que recordarnos que a aprender se aprende hasta sin creerlo.




lunes, 16 de mayo de 2016

Nuevo sitio sobre flamenco en educación de adultos

http://el-farolillo.webnode.es/


Acabamos de inaugurar un nuevo sitio desde nuestra asesoría de educación permanente titulado El Farolillo y que intenta recoger materiales y experiencias sobre la aplicación del flamenco en la educación permanente de personas adultas.
El flamenco ha pasado de ser considerado una simple jarana a un estilo musical hasta ser entronizado como patrimonio inmaterial de la humanidad. Sin embargo, aun siendo un patrimonio gitano, andaluz y universal, es poco conocido por gran parte de Andalucía sobre todo si se contrapone al aprecio que fuera de nuestras fronteras concita tanto en España como en otros paises.
El flamenco no sólo es un arte completo en sí mismo, que incluye y arrastra al cante, el baile y el toque de la guitarra, sino de toda la comunidad que participa igualmente con sus palmas y jaleos o con su respetuoso silencio en el despliegue del ritmo y la sonoridad unas veces desbordante de alegría y otra sumida en un enjambre de amargura. Es más patrimonio de la humanidad por su propia concepción de cómo se produce que porque la Unesco así lo haya decidido porque el flamenco es un arte para todos y de todos. Surge de múltiples confluencias aunque la andaluza y gitana en general sean las fundamentales y surge de cualquiera, porque cualquiera puede animarse a participar.
Por otro lado, sus letras, sus ritmos y fusiones, sus peculiares arrebatos y un encanto especial de lo étnico y universal mezclados en un cante occidental que tiene todo lo de oriental a su vez, sirven a múltiples enseñanzas y ya llevamos viendo en estos años en que se aplica lo mismo contra el estrés que para aprender competencias clave o comenzar a leer. De forma que si tiene esa magia artística y además cumple con igual magia en la educación todo reconocimiento es poco.

lunes, 9 de mayo de 2016

Aprendiendo de las hormigas en innovación educativa




Llevamos algún tiempo planteándonos en nuestro grupo YSI el problema de la difusión de la innovación educativa. Y dando vueltas al asunto -como hacen las hormigas- di hace tiempo con este artículo que intenta divulgar los resultados de un estudio sobre cómo se organizan los hormigueros, y particularmente, cómo organizan su búsqueda y recolección de comida.

Básicamente, las hormiguas salen algunas solitarias a la búsqueda de comida un tanto al azar, dando vueltas a entornos cercanos. Si encuentran algo, vuelven con un trozo al hormiguero dejando un rastro de feromonas. Este rastro es el que siguen o mejor dicho, intentan seguir sus compañeras, aunque como es de una sola hormiga y además se va volatilizando con el tiempo, se pierden de vez en cuando o dan demasiadas vueltas. Conforme más hormigas se dirigen a la misma fuente, regresan con su trozo y dejan su rastro, la senda se va optimizando porque las hormigas empiezan a dejar los trazados con feromonas más débiles y van a los potentes, es decir, los más transitados.

Una vez puesto así, parece que la similitud es evidente. La innovación comienza creativamente, muy creativamente, y como una suerte de exploración que a veces no da resultado, pero cuando ofrece algún resultado, comienza de concitar la curiosidad de los demás hasta que se convierte en una moda y su realización se va simplificando haciéndose cada vez más fácil pero también alejando la creatividad de los inicios y convirtiéndose en un camino estandarizado.
No voy a hacer reflexiones optimistas o defraudadas. Se trata de una mera comparación y tanto podríamos sacar buenas como malas moralejas de este ejemplo, como dirían al estilo medieval.

Innovadores y pioneros


Para mi lectura, la que yo quiero hacer aquí ahora, la primera idea fundamental es distinguir al innovador del pionero. La primera hormiga es innovadora, y probablemente las siguientes también aunque conforme avance el cortejo cada vez podremos considerarlas menos con este calificativo, particularmente cuando vayan por segunda vez y por el mismo camino. Es posible que en algunas de esas vueltas nos encontremos con innovadoras que se cruzan con conservadoras siguiendo por el contrario las mismas directrices.
Sin embargo, pocas, si no solo la primera, puede considerarse pionera. La que localizaó por primera vez el escondite de aquella delicia. A lo mejor los primeros batallones fueron también pioneros todos, pero no todas las innovadoras que se aventuraron por aquel camino hasta entonces desconocido para ellas, habían sido de las primeras en transitarlo.
Ser pionero es arriesgado, creativo a veces en demasía, y probablemente excesivamente expuesto al fracaso. Como muchas de estas hormigas que transitando erráticamente al menos en apariencia tienen que volver al nido sin nada que llevar a la boca de las demás ni a la suya, pero exhaustas de haber trabajado por ello. Ojo: su  aprendizaje ya es el comienzo, porque deslinda lugares infructuosos y acota las búsquedas siguientes. De manera que no sólo las innovaciones educativas que ofrecen resultados son merecedoras de aprecio. También aquellas que surgieron del riesgo y de la desaforada búsqueda son la base de nuestro futuro, la de los pioneros, expuestos a las más terribles de las venganzas: o volver sin nada o que el honor se lo lleven las otras que las siguieron.

Importancia de la evaluación


Qué trágico sería que las hormigas al ver volver a la compañera con la prueba de comida, la despreciaran por neoliberal y decidieran no sólo no explorar el rastro de sus feromonas sino aconsejar a las demás que jamás buscaran comidas por aquella dirección porque es centrarse excesivamente en los resultados eficientistas. Si hay algo que se colige de las hormigas es que la innovación, más aún pasada ya la etapa de las pioneras, no anima si no hay una muestra de que merezca la pena seguirla, y ese merecimiento no está en el rastro, aún débil, sino en la muestra que la compañera trae de que el fin de su recorrido ha obtenido fruto. He ahí la prueba. La cuestión no es que sea comida; pongamos que las hormigas buscaran fiestas, felicidad o diversión y aquella pionera volviera sin una sonrisa y hasta hastiada de tedio. Nadie la seguiría. Pongamos que las hormigas buscaran justicia y la hormiga de vuelta de su descubrimiento se comportara tiránicamente. La eficiencia de la innovación educativa no está en cualquier resultado, pero sí está también en los resultados de lo que se ha propuesto. Ahora bien, si se ha propuesto riqueza y hace pobres, si se ha propuesto belleza, y produce fealdades, si se ha propuesto alegrías y produce profundísimas tristezas, ¿quién la creería? Si las innovaciones no muestran las evidencias de lo que pretendían y son reconocidas con este valor por el grupo que espera a sus pioneras, no vale la pena ni esperarlas ni seguirlas.
Y no hay evaluación más elegante y determinante que la que hace esta hormiga pionera: ¿queréis que encontremos alimento? Aquí tenéis la prueba. Si es que queréis otra cosa, yo voy y os la traigo.

Optimizar la innovación


Pero no basta con mostrar los resultados, con ofrecer una prueba de que el camino merece la pena: hay que volver a probar el camino y mejorarlo si realmente es bueno. Por eso creo que debe considerarse a las primeras hormigas totalmente innovadoras. Sí, vale, tal vez no fueron pioneras o al menos, la primera pionera, pero sí que se aventuraron por primera vez por un camino desconocido para ellas sólo por una promesa: si sigues este sendero encontrarás lo mismo que yo.
No sólo se desvían muchas del camino, sino que afrontan peligros insospechados. Peligros que pueden aparecer bruscamente después del triunfo de las pioneras y que abocará después la misma fuente de alimento al fracaso por la lluvia, por los insecticidas, por los depredadores...
No está todo hecho, la innovación no es producto del acierto de una, es producto de los desaciertos anteriores y de la colaboración posterior, es un producto social. Este ir y venir va perfilando el camino. Cierto que va limando el romanticismo del principio y volviéndolo un clásico, pero también es cierto que más compañeras del hormiguero podrán vivir gracias a ello. Cada vez será más fácil conseguir el mismo botín. El éxito hace morir la innovación pero no necesariamente su rendimiento. Claro que puede ocurrir que tanta feromona además de optimizar el camino oculte las posibilidades de alguno cercano poco transitado hacia otra fuente igual o más rica, pero mientras todas sigan volviendo con las pruebas de su esfuerzo, parecerá que merece la pena seguir ese camino.

¿Moraleja o paradoja?


Podríamos seguir y preguntarnos. ¿Seguirían las hormigas recorriendo el mismo camino si ya la fuente de alimento estuviera agotada?¿Y si estuviese envenenada? No harán los humanos algo parecido, ¿no?
¿Serán las feromonas habladurías o tuits de las redes sociales del hormiguero que confunden a seres ciegos y gregarios?¿Y si al volver hemos perdido el trozo de comida, nuestro viaje ha sido en vano?¿Y si los seres humanos comprendiéramos que vivir en ciudades, pensar que la educación es obligatoria y que las leyes hay que respetarlas es una fruslería... podríamos despreciar los hábitos sociales de las hormigas y mirarlas por encima de sus antenas?¿Necesitan las homrigas una reforma educativa?¿Necesitan siquiera una ley orgánica?¿Habrán descubierto las hormigas el aprendizaje basado en proyectos?
Son muchos interrogantes entre muchas ocurrencias de comparación y contraste, pero como en las fábulas ilustradas, que tanto recurren a animales y a insectos -¿por qué no?- algo he aprendido de ellas. De esas grandes pioneras que ponen por delante la prueba de su logro, aunque antes hayan fracado en la búsqueda, de aquellas otras innovadoras que mejoran progresivamente el camino para hacerlo más fácil a las demás, de esa otra que deambula todos los finales de primavera por mi salón acercándose a la alfombra como perdida cuando el perdido era yo que no sabía que estaba frente a una hormiga pionera, una auténtica innovadora, una verdadera maestra innovadora

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