martes, 15 de junio de 2010

La edición por demanda gana por goleada a la edición convencional

Comenta Hubert Guillaud las reveladoras cifras de la edición norteamericana en 2009. La edición convencional se ha mantenido creciendo más o menos -215 mil títulos diferentes en 2002, 275 mil en 2008, 288 mil en 2009-, mientras que la edición bajo demanda ha pasado en esos mismos años de una presencia testimonial (32 mil), a rebasarla (285 mil) hasta más que duplicarla este último año: 764000 (los datos pueden verse aquí).
En este tipo de ediciones se mezclan ediciones de libros raros, libros regalo o álbumes, así como libros autoeditados muchos de ellos de ejemplar único. Pero el caso es que indican cómo está cambiando la edición. Las razones que encuentra son obvias: cuanto más accesible es la edición tecnológica y culturalmente, mayor es el crecimiento. Para Guillaud, en este mar editorial empieza a cobrar un nuevo sentido la formación de la reputación del título a través de la cita, habida cuenta de la pérdida de importancia del papel del editor, que está abocado a desaparecer. Tal vez yo no diría tanto, sino más bien que pierde su importancia como formador del valor público del libro.
Hay que tener en cuenta que esta tendencia no es única de la edición. En algunos lugares se ha comentado una posible transformación de la reputación universitaria y profesional. Es probable que las instituciones que antes vivían de acreditar unos niveles de valor cultural se vean sustituidas por la reputación en red a través de la cita tanto de calidad como en cantidad. Es algo que pasa ya con ciertos profesionales que son reputados no por la Institución en la que trabajan sino por el crédito que le da la blogosfera. En una exagerada evolución radical, la acreditación profesional oficial podría perder valor frente a la acreditación propia y la reputación lograda en la red. Trasladado al mundo de la edición, supondría que los libros no contarían con la reputación de la editorial que los apadrina, sino con la que la red les ofreciera. La red a la que recurren ya las editoriales para crear opinión alrededor de sus títulos podría ser también la misma que se saltara su importancia.
Hay más efectos que estas cifras pueden conjurar. Uno de ellos es efectivamente la escasa calidad o la escasa repercusión de la mayoría de los títulos. Esto supone un beneficio porque alienta la edición de títulos con poca demanda, algo que antes no podía sostenerse, pero también alimenta un mercado de publicaciones infames. Recientemente, presenté en un curso nuestra experiencia de librería escolar basada en Bubok, una forma completamente nueva de publicar y conservar los títulos creados por alumnado y profesorado. Una compañera que asistía se acercó después a comentarme "qué era esa basura de Bubok". Su opinión sobre la empresa de publicación por demanda estaba en realidad contaminada por una lamentable experiencia: había formado parte de un tribunal de valoración de méritos y había tenido que enjuiciar cientos de publicaciones de Bubok de calidad más que dudosa autoeditados por profesores y profesoras que habían encontrado ahí un filón para conseguir puntos fáciles por publicaciones con ISBN pagado por ellos mismos. Aparte de este lamentable ejemplo, que la Administración educativa debería corregir, la nueva edición destacará por la personalización absoluta. En este aspecto, encontramos otra similitud: la similitud con la difusión musical en la que ya no tenemos cedés o elepés estándares ofrecidos por las productoras, sino álbumes o series construidas por el propio usuario.
Aplicando esta idea a la enseñanza, podríamos encontrarnos no con la desparición del libro de texto, pero sí con la construcción personal del libro de texto digital en el que el profesorado construya su didáctica prêt-à-porter (un modelo que no me gusta para mí personalmente, pero que entiendo de éxito factible). La facilidad actual de transformar textos y reeditarlos hace más fácil esta conjetura, además de abundar en la idea reinvindicada por algunos bibliotecarios y bibliotecarios escolares de flexibilizar la publicación digital, evitando la rigidez de las publicaciones en papel que sólo permiten publicaciones con una dosis concreta, de modo que se permitiera por ejemplo, usar fragmentos, transformarlos, recombinarlos y reeditarlos.
Estaremos atentos.

3 comentarios:

  1. Es cierto que el sector editorial está cambiando, que el usuario es ahora más dueño que nunca de sus gustos y que las nuevas modalidades de adquisición de música y libros hacen posible la elección o personalización de los contenidos consumibles.

    Con esta idea también cuentan los editores de libros educativos digitales. Mi buceo por algunos proyectos me dice que sí, que venden la idea de que el profesor puede añadir contenidos y personalizarlos, pero solo bajo la rígida estructura de un libro convertido en pdf multicapa.

    Creo que el sector compite con un enemigo muy potente. Actualmente, la creación de contenidos en la Red está al alcance de muchos y plataformas como Moodle hacen posible la gestión de un aula, sin necesidad de adquirir licencias comerciales.

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  2. Ya en la década de los 60 el pensamiento de McLuhan respecto a los medios de comunicación, entendidos como agentes de transmisión de todo tipo de cultura, se inicia a partir de una idea: "Formamos nuestras herramientas y luego éstas nos forman".
    Nos falta perspectiva histórica para emitir juicios objetivos, pero podríamos atender a juicios emitidos en cuanto a situaciones similares en el pasado. Y ello nos demostraría que la edición, en sentido general y educativo, debe abrirse a las nuevas herramientas que nunca hasta ahora nos habían permitido crear “ediciones” con tanta individualidad creatividad y libertad, como las que nos ofrece la actual galaxia tecnológica. Con dichas “ediciones” luego seremos formados…

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  3. Lu, el grado de personalización es muy grande. Si las editoriales insisten en limitarlo totalmente,creo que perderán la batalla.
    Pero yo no hablo pensando sólo en las editoriales, que son una parte de la transformación. Hablo también de los centros o de sus departamentos. Los libros de texto cumplen aunque forzadamente ciertas misiones como asegurar la continuidad, la coordinación, la proporción dentro de un centro... Gran parte del profesorado usa sus propios materiales de una forma personal y se los "lleva" cuando cambia de centro. También se da el caso de centros que tienen que limpiar los contenidos cada curso. Esta personalización puede servir, por tanto, igualmente para adaptar los materiales al centro y proporcionar al profesorado un planteamiento inicial común y más permanente. Además de la perspectiva de centro, que se suele obviar, convendría que pensáramos en compañeros y compañeras que tienen muchísimos más alumnado que el común, con muchos grupos de una o poquísimas horas semanales, o con grupos de necesidades muy particulares, o con asignaturas alejadas de su especialidad de procedencia... En suma, existe una serie de demandas que podrían garantizar la supervivencia del libro de texto o de algún elemento equivalente en el mundo digital (podríamos unir a las anteriores, la falta de pericia de muchos profesionales a los que montar un curso en Moodle o en otro soporte les supondría todo un mundo). También se dará el caso de departamentos o profesorado que formarán grupos de trabajo para la elaboración de unidades didácticas digitales estandarizadas como hoy se hace para unidades en papel.
    No diremos si esta situación será mejor o peor, sino simplemente que para algunos será una opción.
    Llevas toda la razón en que efectivamente no haría falta recurrir a materiales protegidos para el aula, pero lo cierto es que algunos -incluidos personajes de la blogosfera y probablemente también asociaciones educativas- están trabajando en este sentido, lo que indica que el mercado existe: si algunos profesionales necesitan esos pedeefes, pues habrá. (También es cierto que otros llenan la Moodle de pdf creyendo que hacen algo nuevo).
    Maite, la idea de ida y vuelta es interesante. Me recuerda la otra con la que se relaciona: el medio es el mensaje (o por lo menos, el medio también es el mensaje). Así que el libro de texto como tal, es el mensaje, es cierto. Transmite una idea de quien lo usa como profesor y como alumno. El libro de texto también forma al profesorado. Sin embargo, admitiendo eso, también es cierto que cuán diferentes eran los usos que hemos visto en muchos de nuestros profesores, incluso el uso diferente que nosotros le hemos dado como alumnos o como profesores en distintas circunstancias de nuestra vida profesional. El uso de aplicaciones tecnológicas modernas no garantiza una mejor educación obviamente. El profesor que quiso personalizar lo hizo hasta con la Enciclopedia Álvarez.

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