viernes, 6 de febrero de 2009

Varekai de Cirque du soleil



Varekai es un antiguo espectáculo de Cirque du soleil actualmente de gira por España y al que asistí esta semana en Sevilla. El título es una palabra caló que hace alusión a la vida nómada. El espectáculo parte del mito de Ícaro, muy propio para un circo aéreo como este. El protagonista narrativo cae en un bosque que tiene también madrigueras subterráneas y comienza una lucha por el dominio del aire, de la tierra, el agua y el fuego (la luz). Sin embargo, el hilo narrativo es poco más que un hilo que da cobertura a un espectáculo seriado de impresionante factura.

Cirque du soleil es un circo. Conviene decirlo porque a pesar de sus preciosismos, el espectáculo es completamente circense, aunque haya sido despojado de toda la variedad animal -no hay fieras naturales-: tiene payasos, malabares, acróbatas, contorsionistas, trapecistas... Su preciosismo -siempre rondando lo cursi casi sin tocarlo- impresiona en este espectáculo en el que un bailarín paralítico demuestra la belleza suma de la atrofia muscular dando una lección de movimientos sobre muletas. Definitivamente hay que replantearse qué es bailar bien cuando se ve este tipo de hermosísimas evoluciones que rompen estereotipos.

Para ser históricos diríamos que Cirque du soleil representa el aburguesamiento del circo, limpiado de todo popularismo -salvo las palomitas-. El espectáculo se maquilla de tal forma que tiene su zona vip (tapis rouge), hasta champán en el bar y una tienda de precios insoportables (mochila de plástico 55 €, de cuero 150 €; bufanda, 30 €, bolsa mínima de patatas fritas y aire envasado 2,5 €).

El espectáculo, sin embargo, aun producido para carpa, tiene el lastre de la pared con decorado trasero; en este caso una estructura tubular, con fijación única en el suelo que sirve de mástil para los actores y de soporte para una pasarela que cruza la carpa por el techado hasta el cénit donde se localiza uno de los puntos de aparición. Así los bailarines cuentan con tres puntos de llegada: los propios vomitorios del público, el acceso desde el decorado trasero, y el punto cenital de la carpa, origen de las apariciones más fantásticas y aéreas.

La historia basada en un bosque generador condiciona un vestuario magnífico con pocas concesiones al brillo en formas que recrean volúmenes animales y vegetales y en colores planos enriquecidos con gradientes -nunca faltan en circo y variedades- que a pesar de todo no limitan nunca con lo hortera, evidenciando un exquisito gusto y un conocimiento riguroso del contraste cromático, respetado hasta en las combinaciones más abundantes. Faunos y otros motivos mitológicos dan un aire clásico a un montaje artístico con numerosos motivos vegetales y florales (pétalos, rizomas, nervaduras, ramas, hojas...), que encuentran su contrapunto en modelos mecánicos y neoclásicos que representan la antítesis del blanco y el negro en medio de un verdadero arco iris de vestimenta y maquillaje armonizado con auténtico dominio profesional. Las frecuentes luminarias y claroscuros completaban un derroche de colorido y luz cuyo control absoluto sorprende.

Este control del color, de la complejidad artística visual, sorprende igualmente en otros aspectos: el dominio del tempo, de los medios mecánicos, de la sincronía, del sonido... Es un circo artístico tanto como matemático en el que sin ser mecánicos no se encuentra ningún movimiento dejado al azar, a la espontaneidad. Salvo los mozos ocultos (vestidos de negro en los pasillos o en los andamios), los que actúan de mozos sobre la pista, incluso medio fuera de la vista del público se comportan como parte del espectáculo. Posan como decorados mientras actúan sus compañeros y están al salto de un incidente. Hasta el despliegue de una colchoneta ocurre con su pose artística y danzada. Los errores ni se ven. Apenas un figurante moviéndose con desgana -supongo que después de haber hecho lo mismo varios años-, una luz asimétricamente despistada sobre una simetría total de bailarines y vestuario, un exceso de zonas ciegas para una grada circular...Pocas imperfecciones para un espectáculo que roza la excelencia en su estilo.

La música, con apoyo en directo, sinfónica, melodiosa, étnica, subraya el movimiento y recrea en los cantantes una especie de narradores presentes que unen los visual a lo literario poniendo voz a los movimientos.

¿Se me olvida algo? Claro, he ahí la grandeza y miseria de un espectáculo tan emotivo como técnico: hacerte olvidar que estás en un circo. La "fermosa cobertura" impide a veces valorar la pericia de profesionales del circo que se juegan la integridad y el trabajo en peripecias increibles que ya no sorprenden a nadie pero que siguen siendo valor humano: saltos mortales, rizos de rizos, velocidad, fuerza, cuerpos, tesón, armonía y gracia. Y sobre todo, el dominio del aire en el que Cirque du soleil ha puesto siempre su énfasis, como estas cintas aéreas que podéis ver en el vídeo siguiente y que resumen la estética y la ética de un circo matemáticamente hermoso.

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