Ayer tuvimos la primera reunión en el CEP de Marbella para hablar sobre asesoramiento en Proyecto Lingüístico. En la zona ya hay varios centros que comenzaron a trabajar en este sentido y desean continuar profundizando este año. Para mí resulta alentador y estimulante poder participar en un proceso complejo con unos participantes tan decididos; los primeros, los asesoras y asesores del CEP de Marbella con quienes me encontré en esta sesión para discutir cómo ayudar en el desarrollo de un proyecto tan complejo en el que se dejan notar demasiado los déficit de formación del profesorado en general ya que hablamos de implicar al claustro en una aventura muy superior a su especialidad y con poca tradición en Andalucía y en España.
Servicio postventa
A veces, algún compañero se ha referido a que los asesores no somos vendedores de libros, o vendedores de formación; bueno, aprovechando esta chanza, no está de más situarnos en el momento en que nos encontramos: el servicio postventa. Efectivamente, los centros ya han adquirido el Proyecto Lingüístico y están contentos con su apropiación, sin embargo, se dan cuenta de que no es una máquina que funciona sola, sino un organismo al que hay que dar vida.
Más de lo que se debería, el servicio postventa es el que falla en la adquisición de novedades. Uno se va a casa con el frigorífico que hace lo que no hacía el antiguo pero luego vienen los problemas con el funcionamiento, el ruido, la instalación, la conservación, el mantenimiento. En la formación ocurre igual, como ocurre en muchos órdenes de la vida. Comentaba un traumatólogo que uno de los mayores defectos de algunos de sus colegas era centrarse en la operación quirúrgica y despreocuparse del proceso posterior de seguimiento y rehabilitación. Poner la cadera del titanio más sólido es una hazaña espectacular cuando no se cuenta lo espectacular que es una rehabilitación para quien tiene un trasto de este tipo metido en su cuerpo.
Pues igual nos ocurre: en ocasiones vendemos novedades pedagógicas que adquieren compañeros y compañeras con entusisasmo, que no sabemos mantener por un inadecuado o inexistente servicio postventa -véase lo que pasa en ocasiones con las competencias básicas-.
Y ojo, que la postventa comienza desde el principio: cómo instalarlo, cómo ponerlo en marcha, como rentabilizarlo, cómo usarlo, colocarlo y protegerlo... Probablemente haya más trabajo en el servicio postventa que en el de venta.
El Proyecto Lingüístico es un buen ejemplo de que sin un servicio postventa, mejor no vender. A veces pasamos demasiado tiempo en recomendar cambios que no podrían desarrollarse si nos aseguráramos de que son sostenibles con éxito.
Minimalismo y síndrome de Estocolmo
Para la sesión prefería prescindir de las diapositivas y centrarme en un listado algo caótico de un documento que estoy preparando en el que hablo de mi idea de Proyecto Lingüístico: los tres tipos de medidas, las reglas para toma de decisiones sobre las medidas adecuadas, las cualidades que debe tener cada medida, actividades recomendadas, aviso de peligros y no sé qué más que pondré en orden y publicaré cuando pueda más adelante con detalle. El caso es que todo se sintetiza en un conjunto de medidas y nada más. Porque el Proyecto Lingüístico de Centro es eso esencialmente: un conjunto de medidas. Lo demás son preámbulos, exégesis, fundamentaciones, pero no el proyecto en sí. Visto de esta manera, el proyecto puede ocupar escasamente un folio y hete aquí que esto suele concitar la resistencia de quienes se aventuran en ello, porque consideran que un proyecto debe tener un grosor documental considerable para suscitar respeto.
Ocurre -o por lo menos es mi impresión últimamente de algunos encuentros con profesorado- que la tan criticada burocracia por la que se piden documentos -¡papeles, papeles!- ha hecho mella hasta tal punto que el propio profesorado que la criticaba empieza a demandarla en una suerte de perverso síndrome de Estocolmo. Así, cuando explico que ciertos planes y proyectos tienen dos o tres partes, veo miradas extrañas, como si las partes de un plan o proyecto debieran ser quince o veinte, cuando menos diez, para ser un proyecto en condiciones. Y aunque insistas en que el documento es secundario y debe ser sintético, muy pocos se resisten a las largas introducciones, incluso a la cita de autoridades (para mantener lo que todo el mundo mantiene).
Por eso quería hoy mencionar sólo una de las tres reglas que he creído fundamentales: el proyecto debe basarse en la mínima cantidad de medidas posibles dentro de las que tengan el mayor alcance respecto al profesorado. Esto es: mínima cantidad, máximo alcance.
Cuando se redactan o construyen proyectos existe un complejo del cuervo que incita a acumular medidas algunas de las cuales son irrelevantes, tienen poco alcance, no inciden directamente sobre los objetivos o distraen del desarrollo de las medidas que deberían haberse tomado (conviene distinguir entre medidas centrales, no centrales y de apoyo, porque todas las medidas no son estructurales). Las decisiones estratégicas son fundamentales y avisan de que la moderación cuantitativa es una auténtica virtud, tanto que casi podría enunciarse la ley de que es directamente proporcional a la calidad. O sea, a más moderación en la cantidad de medidas, más calidad, no necesariamente más abandono de los frentes de actuación.
Y en esa creencia minimalista andamos procurando que las medidas adoptadas sean muy selectas y sin embargo adoptadas, procuradas y trabajadas con ahínco.
Una oportunidad magnífica para enriquecer el aprendizaje con los centros y formaciones que ya llevo en Córdoba la que me ofrece el CEP de Marbella porque la experiencia de poder seguir la evolución durante un curso, tener acceso a las experiencias de centros diferentes, niveles diferentes y asignaturas y profesorado completamente diferente, es para los que nos dedicamos a la formación del profesorado en este ámbito, una ocasión impagable que desde luego no me perdería por nada del mundo.
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