lunes, 1 de marzo de 2010

A vueltas con la escuela bibliotecaria

Regreso de Extremadura, donde ya dije que volvería, esta vez a Castuera y Talarrubias. En ambos Centros del Profesorado he inaugurado sendos cursos sobre Bibliotecas Escolares no sé si bailando con la más fea, visto que eso de trabajar en la biblioteca no parece ser lo que más atrae al profesorado bibliotecario en particular, ni al profesorado en general, que la animación a la lectura parece siempre ser la gran querida.
Y en lugar de hablar simplemente de Proyectos Documentales Integrados, que era el título de mi ponencia, hablo naturalmente de mi idea de la Escuela Bibliotecaria, de cómo más que cambiar la idea de biblioteca, hay que cambiar la idea de escuela para que esto funcione. La biblioteca tiene muchas imágenes y ya que una de las que tienen fortuna es la de Centro de Recursos, no viene mal analizar el término y ver cuán modesto y prescindible es su existir. Porque al caso lo importante serían los recursos, ni siquiera que estuvieran organizados en un centro -eso, tal vez, únicamente los mejora-, y más aún, lo importante no serían ni siquiera los recursos, sino su uso, y eso puede hacerse prácticamente en todos lados, no ya en la biblioteca -si es que se quiere, claro-.
De manera que la cuestión fundamental no es ofrecer magníficas bibliotecas -o no sólo- sino preguntarse qué recursos quieren los maestros y maestras para dar su clase, qué recursos preferirían los profesores y profesoras para que el alumnado aprenda su materia... mostrar y demostrar que : primero, hay cientos de recursos y no uno solo y que todos deben usarse (vivan los libros de texto, pero también vivan los demás libros y hasta los que no son ni libros); segundo, hay cientos de formas de usar los recursos y no una sola y que todas las formas deben usarse (vivan las unidades y las fichas con sus ejercicios, pero también vivan las secuencias, los proyectos, y hasta las que no son ni unidades, ni fichas, ni secuencias ni proyectos).
No puede pensarse en una idea estricta ni de Escuela, ni de Biblioteca, ni de Curriculum, ni de Aprendizaje, por eso más que la Biblioteca Escolar, hace falta la Escuela Bibliotecaria, donde lo sustantivo es lo sustantivo -la escuela-, donde manda el espíritu de enseñar y aprender por encima de dónde hacerlo, donde lo importante es construir la información, las emociones y las relaciones.
Recuerdo a un profesor de Química de mi adolescencia, que sólo daba clase en el laboratorio. No recuerdo ni un solo experimento, no recuerdo más que sus explicaciones en la pizarra y su férrea disciplina que nos mantenía hieráticos sobre los taburetes en una sala atiborrada de matraces, probetas y enchufes. Naturalmente no era un laboratorio, era un decorado, un escenario; y su clase, una representación, un fingimiento de lo que es la ciencia, la experimentación y los descubrimientos. ¡Tantos recursos para un espíritu tan vacío!

2 comentarios:

  1. Por contraste con tu recuerdo, contaré uno mío. Yo tengo en mi memoria la imagen del profesor de literatura que, sentado sobre la mesa y rodeado de libros, nos sumergía en el universo de sus lecturas. Era un hombre a una biblioteca pegado. En esos años, el centro en el que estudiaba no tenía biblioteca. La biblioteca era él.

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  2. Magnífico ejemplo, Lu, sin duda una biblioteca no la hacen los libros sino el espíritu del lector.

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