viernes, 13 de noviembre de 2009

Leer.es: enseñanza de la comprensión lectora de bajo coste

Comienza el Congreso Leer.es con una conferencia de Emilio Sánchez Miguel. Su tesis resulta curiosamente un intento de constituir la tesis más débil en la jugada más fuerte. Pero antes de explicarla y explicarse, le tocó el turno inaugural a Miguel Soler, del Ministerio de Educación, que sorprendentemente admitió que se sabe -y es cierto- que el nivel de instrucción sobre enseñanza de la lectura es inferior entre el profesorado español en comparación con paises del entorno. Sorprende que lo sepan, porque parecía que no (véanse, por ejemplo, los planes universitarios o la formación inicial).
Pero vayamos al corazón de la cosa lectora. Para Sánchez Miguel no basta con las buenas intenciones. El profesorado no ayuda adecuadamente al alumnado a desarrollar su comprensión lectora porque no sabe cómo se adquiere, ni cómo se desarrolla. Este conocimiento es fundamental para ayudar al alumnado porque de lo contrario sólo encontramos desencuentros (fijaos lo paradójico que me ha salido, pero es así).
Me alegra que tangencialmente, Sánchez Miguel llame la atención sobre la velocidad lectora. Algo en lo que hacen mucho hincapié, por ejemplo, en los programas peruanos. Ciertamente, la velocidad es una parte de la comprensión. Yo siempre he dicho que existe hasta una velocidad crítica, una velocidad por debajo de la cual realmente es muy poco probable que el lector construya una comprensión propia. Pero mejor no desviarnos: lo mismo de rápida que es la adquisición de la lectura en España, es su lamentable estancamiento. El alumnado español aprende rápidamente, pero después parece no sólo que deja de aprender, sino que hasta olvida.
No puedo pasar por alto que algunos de los datos escritos y todas las figuras que ha añadido a su diaporama no tenían el tamaño adecuado y eran imposibles de ver en la mayoría de las posiciones de la pequeña sala. No le vendrían mal algunas nociones básicas sobre presentaciones, ahora que su inflación les está haciendo perder valor.
Basándose en estudios experimentales sobre el diálogo didáctico que se produce en clase a propósito de las lecturas, Sánchez Miguel encuentra que la intervención del profesorado es generalmente invasiva y muy pocas veces generadora de un conocimiento que surja del propio alumnado con la ayuda del profesor o profesora. Es más, encuentra que la presencia real de lecturas es baja en muchas de las unidades didácticas estudiadas, con lo que se puede llegar fácilmente a la conclusión de que la lectura se ejercita poco y mal en clase.
Y ahora viene la tesis: como cualquier otra intervención en lectura suele ser compleja y difícil de llevar a cabo, ¿por qué no cambiamos lo más sencillo y al menos introducimos más lecturas y realizamos comentarios sobre ellas que generen conocimiento? Sánchez Miguel llega a confesar que no es ni el mejor cambio, sino el más accesible por el poco esfuerzo que necesitaría en todos los sentidos.
La cuestión es a mi entender de lo más interesante y seguramente me mantendrá entretenido algún tiempo para darle vueltas, pero en el primer centrifugado se me ocurren algunas apreciaciones que me confunden.
La primera es que una propuesta tal tiene efectos colaterales con los que parece no haber contado en esta guerra: ¿supondría esto una vuelta a la defensa de los libros de texto?¿esto demuestra que los profesores y profesoras que se limitaban a leer el libro con los alumnos eran en realidad los que mejor hacían su trabajo?¿la cantidad de lecturas no hará que pierdan su valor, si algún día lo tuvieron?¿no podría el exceso de lectura impedir otros aprendizajes también necesarios?¿de verdad elevar la dosis es el único medicamento?
La segunda es que tal vez esta apuesta que Sánchez Miguel considera tan simple, tan sencilla, tan accesible, no lo sea. Hay que tener cuidado con la simplicidad. Las mayores abstracciones son muy simples, pero precisamente por ello son accesibles sólo a unos pocos. Aumentar la cantidad de textos y la calidad del diálogo sobre ellos no es una cuestión de dos días. Una idea así necesita una concreción bastante detallada y precisa respecto a la situación de cada unidad didáctica y profesor. No en balde a la solicitud del público sobre que diera orientaciones al profesorado más concretas para llevar a cabo esa tesis, no ha contestado ni clara ni confusamente, según mi opinión.
¿Y qué hacemos entonces? Pues creo que disfrutar con una propuesta de una complejidad demasiado simple, y realmente nada simplista como se ha deducido de su interesantísima intervención.
Una conferencia con una idea brillante, a pesar de que la estructura, el diaporama y los detalles no han sabido acompañarla. Sobre si el brillo permanecerá, es una discusión que compete ahora a los demás: ¿sería posible?


2 comentarios:

  1. Y pasarán los siglos y seguiremos hablando de ello. Los profes no dan ejemplo, pues ni siquiera leen los libro que mandan. La lectura en el aula sigue siendo una actividad minoritaria y considerada una "pérdida de tiempo". Las lecturas son "obligatorias" y "únicas" para todo el grupo. Cambiar las inercias supone añadir: miradas de desconfianza, murmuraciones en la espalda, condición de rarito, etc. Eso sí, "mis alumnos se han leído La Celestina en 3º de ESO y me han hecho unos trabajos estupendos" (y en 1º de bachiller no saben encontrar el tema de un texto expositivo). Perdona por el rollo, pero se oye cada cosa...

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  2. Llevas razón, Antonio, aunque lo peor no es lo que se oye, lo peor es lo que se hace, y también lo que no se hace.

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