jueves, 5 de noviembre de 2009

Formar a formadores

Hoy he comenzado una de las acciones que más ilusión me hacía iniciar. Quienes conocen el acceso a la asesoría de formación, saben que el primer paso es la presentación de un proyecto. De ese proyecto he podido hacer aún pocas cosas, dado que a pesar de ser un requisito, el Centro del Profesorado ya tiene un proyecto para ti suficientemente cuajado de labores como para no poder ni siquiera volver a leerlo. Pero para mí, como para todos, es un compromiso, además de un deseado compromiso, aquello que dije que haría en un momento de presentación en público. Y hoy he podido cumplirlo: constituir un grupo de formación de formadores en lengua castellana y literatura.
Las razones son muchas como para que un instrumento de este tipo sea necesario. La primera es que no es bueno que el hombre esté solo -ni la mujer- y el asesor debe trabajar con equipos de profesorado que puedan actuar directamente en clase, además de formarse como formadores del profesorado. El asesor no tiene que renunciar a la incidencia directa en el aula, ni tampoco a la indirecta, formando a formadores que consigan aprendizajes orientados a una nueva educación. En muchos casos, los ponentes disponibles ofrecen, como es lógico, formación rígida propia, que los asesores intentamos amoldar a nuestras necesidades. Hay incluso falta de formadores en ciertos aspectos o aspectos que son sólo abordados desde perspectivas poco adecuadas, convencionales o excesivamente académicas para una educación secundaria.
Por otra parte, los formadores y asesores no podemos estar esperando que sean los demás los que investiguen, resuelvan y propongan formaciones, debemos tomar un protagonismo lo más amplio posible, como el de una acción investigadora que busque, cree y recree los recursos disponibles. La idea parece populista pero es cierta: se trata de hacer que el profesorado idee su propia formación y la ejecute.
Además, la formación del profesorado se ha mirado poco a sí misma, sin darse cuenta de que como suele ocurrir, exige a menudo lo que no da: pide competencias para los alumnos, pero no se ocupa con la misma vehemencia de definir las del profesorado; defiende la utilización de la biblioteca escolar en el aprendizaje del alumnado, pero rara vez usa una biblioteca en la formación del profesorado; intenta innovar y motivar al alumnado, pero parece no preocuparse por la innovación y la motivación de la formación del profesorado.
Una labor de este tipo sólo puede conferirse a un grupo y eso es lo que hemos constituido hoy: un grupo de trabajo e investigación sobre formación del profesorado en lengua castellana y literatura. Por lo pronto, nuestra primera tarea es identificar necesidades formativas del profesorado para priorizar nuestras actuaciones e intervenir en aquella o aquellas que consideremos más acuciante: investigar metodologías y recursos, ejecutarlos en el aula, proponer unas conclusiones y disponer una forma de transmitir este aprendizaje al profesorado. Una actividad que nos llevará finalmente a la simulación de acciones formativas en las que veremos no ya qué creemos que sería mejor para el alumnado, sino cómo podemos hacer que el profesorado lo aprenda de manera eficaz y motivadora.

1 comentario:

  1. Asumir retos y poder llevarlos a cabo no siempre está al alcance de todos. Presiento que detrás de este proyecto hay algo más que una idea, intuyo una voluntad firme y decidida.
    Suerte

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