domingo, 29 de marzo de 2009

Tom, piel de escarcha

Es la primera vez que veo un libro tan correctamente publicitado en la contracubierta. Todo lo que leemos en el exterior se cumple en el interior. Leemos que se ha dicho de él que es un libro original, excepcional, inquietante, que une fantasía misterio y valores, que va muy bien para chicos y chicas adolescentes, que se centra en Tom, un miembro que huye de la tribu que lo rechaza y que intenta buscar un lugar sin molestar ni ser molestado en el mundo de los demonios humanos... Y todo se cumple dentro, en el texto, cuando leemos esta novela juvenil efectivamente de un fantasía poco común.
Acostumbrado a leer tonterías en el exterior que no se corresponden con las tonterías del interior, encontrar esta obra de Bambú, un sello de la Editorial Casals, en el que el editor ha sido honrado y certero resulta digno de celebración. Y para celebrar -y mucho- es este título de Sally Prue, que nos trae una literatura juvenil poco común, nada que ver con la psicoliteratura ni con el realismo ni con la alta fantasía o la épica, nada: una novela que vuela airosa y sola en un panorama restante poco original. Lógicamente se encuentran ecos de otras lecturas, de otros géneros, de otros autores, incluidas obras cinematográficas y de animación... pero Tom, piel de escarcha sigue su camino sin que el lector sepa en cada momento exactamente como clasificarla. Al principio pretendemos saber la historia que Sally Prue nos va a contar, nos imaginamos qué pretende, sin embargo, las páginas confirman que cada vez estamos equivocados. Y no porque juegue a la sorpresa barata, al efectismo, no, sino porque el mundo que se crea en la novela consigue explicar el mundo real desde un mundo irreal, y consecuentemente, crear el suyo propio.
La historia, contada por un narrador desde el punto de vista de la tribu, presenta nuestro mundo como un lugar extraño de extrañas costumbres. Se trata de un recurso conocido muy presente en nuestra literatura (Cartas marruecas, Sin noticias de Gurb...) que aquí se actualiza en la más absoluta ficción. De este modo, no sólo resulta extraño el mundo de la tribu, sino el nuestro propio.
Los personajes -típica concesión a los destinatarios juveniles- no aparecen sin embargo cargados en sus detalles adolescentes y se muestran equilibrados con la presencia tanto de masculinos, como de femeninos, y adultos, como ancianos, adolescentes o niños que dibujan un retrato de fondo casi de una vecindad y familia normal.
La fantasía y el simbolismo de la historia con capítulos muy breves y grandes blancos en medio sirven para degustar los significados posibles de esta narración despojada de todo accesorio.
Ojalá hubiera más libros como este.

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